China percibe con absoluta nitidez los nubarrones que se ciernen sobre las relaciones bilaterales con EEUU. De entrada, la victoria de Donald Trump traerá consigo más tensiones en el orden comercial y, probablemente, más amplias, abarcando mayores rubros económicos, allá donde los demócratas han tratado de ser más selectivos y punzantes. El candidato republicano se mostró partidario en campaña de subidas importantes de los aranceles a los productos chinos y nada hace pensar que se vaya a desdecir. El magnate llegó a afirmar que "aranceles" es "la palabra más bella del diccionario". Sin duda, pensaba en China.
Por otra parte, en la pugna tecnológica seguirá tensando la cuerda al máximo pues este ámbito de la competencia es clave en la preservación de la hegemonía global estadounidense. ¿Podrá influir y cuánto en esta dinámica su vicepresidente in pectore Elon Musk? Este tiene fuertes intereses en China y pese al empeño relocalizador de Trump, nada hace pensar en un traslado de las gigafactorías de Tesla a suelo estadounidense.
Desde noviembre de 2023, hace un año, la Administración Biden y las autoridades chinas han recorrido un tramo importante para establecer un marco institucional de diálogo con el propósito de encauzar las diferencias, ya sea refiera a la economía o las finanzas, como al orden ambiental o en materia de seguridad. Este edificio, bien frágil aún, está amenazado de ruina y puede volar de nuevo por los aires.
Igualmente, los temores en torno a la cuestión de Taiwán no son baladíes. Recuérdese que fue Trump quien, en su primer mandato, propició un giro abrupto en este asunto, una senda que Biden, en lo esencial, no modificó. En los últimos meses, sus requerimientos a Taipéi en el orden de la defensa -aumento sustancial del gasto militar- o tecnológico-industrial (los chips de la multinacional taiwanesa TSMC) suponen un reto para las autoridades soberanistas. Si nos atenemos a las concesiones pasadas en materia, por ejemplo, de importación de carne de cerdo con ractopamina que tanto incomodo generaron en la opinión pública taiwanesa, es previsible que en Taipéi se acabe entrando por el aro de las exigencias. Taiwán tendrá que engordar aun más la industria militar estadounidense y sus empresas puntera incrementar sus inversiones en este país. Esto, sin embargo, puede ser visto con cierto estupor por los estados de la región que intentarán protegerse de futuros chantajes.
Es en el plano multilateral donde las expectativas de China presentan un formato de cierta esperanza. Trump ya dejó entrever su intención de desbaratar el IPEF (Marco Económico para el Indo Pacífico) promovido por Biden. Cierto que no avanzó mucho, pero después del fracaso anterior del TPP (Acuerdo Transpacífico), las expectativas de integración económica de la región solo pueden tener un referente serio: China. La esperanza de cierto beneficio indirecto sugerido por un agravamiento de la guerra arancelaria entre Washington y Beijing podría redundar en India, sobre todo. Y hay que recordar que la esposa del nuevo vicepresidente J. D. Vance también es de origen indio. Usha Chilukuri, en efecto, es una abogada nacida en California, hija de inmigrantes indios.Beijing y Nueva Delhi han iniciado en Kazan, en la cumbre de los BRICS, una cierta reconducción de sus inestables vínculos.
Las preocupaciones estratégicas de China en torno al Mar de China meridional y a causa de las alianzas de conveniencia auspiciadas por Biden, desde el AUKUS al QUAD, y el reforzamiento de las alianzas militares con Filipinas, Japón, Corea del Sur, etc., podrían rebajarse si Trump mantiene su preferencia por reafirmar la hegemonía de EEUU en el mundo a través de un mejoramiento de sus capacidades internas. Esta dinámica podría ser de proporcional beneficio para una China que ya en su primer mandato experimentó importantes avances en su presencia e influencia en regiones como África o América Latina.
Un deterioro de los vínculos entre Washington y Bruselas permitiría a Beijing mejorar expectativas en sus relaciones con la UE, aquejadas en los últimos tiempos por importantes disfunciones, en parte derivadas de un creciente alineamiento con las políticas de la Casa Blanca. El desarrollo de la guerra -o paz- en Ucrania y el auge de la extrema derecha en el continente al abrigo del relanzamiento autoritario en EEUU pueden agrietar aun más el proyecto europeo abriendo huecos para tejer una relación más estable con China como contrapeso a la incertidumbre euroatlántica.
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