Con el ruido de la expulsión del embajador de Israel, ¡quince meses después del incidente de la flotilla Libertad!, Ankara ha intentado ocultar la noticia: instalará el escudo anti misil de la OTAN en su frontera común con Irán, provocando un gran nerviosismo en Teherán y Moscú. ¿Pretende sólo complacer a EEUU o ser el gendarme de la región? Quizás, ambas cosas.
Turquía rediseñó su política exterior al asumir que la Unión Europea –que le exigía amistad con Israel-, no le iba a admitir en su privilegiado club. Quedará para la historia la asistencia de la inteligencia israelí, Mossad, en el secuestro del líder kurdo, Abdellah Ocalan, en Kenya (1999) y su entrega a los militares turcos. El gobierno turco resentido decidió, entonces, recuperar la influencia que tuvo en la época otomana el Oriente Musulmán: recogió la bandera de la causa palestina, y se alejó de Israel, eso sí, sin perder sus buenas relaciones con EEUU. A Barak Obama le conviene que Turquía tenga más protagonismo en la zona y ponga en su lugar a Benjamín Netanyahu. Quizás entre Tayyip Erdogan y "los indignados" israelíes consigan lo que él no pudo: que el líder hebreo asimile la nueva realidad de la región, y que ceda en la cuestión palestina, antes de que su posición se debilite aun más. Si no, ni el lobby judío de EEUU, que sugiere remover el tema del genocidio armenio para castigar a Ankara, podrá socorrerle.
El margen de maniobra de ambos es bien estrecho: si Turquía presiona demasiado en la cuestión palestina, Israel hará lo mismo con la kurda. Y si hay conexión entre el cese de la cúpula militar turca con la anulación de los acuerdos militares con Israel y con el atentado frustrado del Mossad, el año pasado, contra el primer ministro turco, el problema se agrava.
Discrepancias aparte, ambos países comparten los objetivos de contener a Irán, y buscar una salida óptima a la crisis siria. A Erdogan no le interesa ponerse radical ahora que representa el modelo turco de un Islam moderado, y presume de un crecimiento económico del 5%. Además, los dos son importadores de petróleo, y más tensión en la zona haría disparar el precio del barril.
Turquía e Israel rompen la amistad, que no la relación. Se trata de su tensión controlada, por el momento.
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