Franco censuraba a los periodistas, nuestro gobierno solo les bloquea la URL. La ciencia y la democracia avanzan una barbaridad, chica. Nos acabamos de enterar de que la policía española bloqueó la URL de una información de Público para que nadie pudiera leerla. La confirmación de que la orden fue cumplida está en un papel oficial astado por los membretes del Gobierno de España, del Ministerio del Interior, y de la Dirección General de la Policía. El documento no parece un Inda-y-pega. Yo creo que estas fascistadas no deberían de consignarlas por escrito. Nos da un poco de pudor incluso a los damnificados. Un policía corrupto debe de hacer estas cosas guardando las apariencias, un gobierno de espías pagados del erario público ha de ser más cauto: como en las películas, la mafia no debe de comunicarse nunca por escrito, solo susurrando. Porque la palabra escrita ha sido siempre la gran enemiga de la iniquidad. Por eso la han perseguido tanto. Y cuando la usan, cuando consignan sus perversiones por escrito, también la cagan.
Ahora no se puede arrancar con un sable una página incómoda de periódico, ni secuestrar un número antimonárquico de El Jueves, porque a la semana siguiente vende más. Pero se puede arrestar una información en el limbo ciberespacial, un arresto molesto y algo friki, y ya se verá si delictivo, pues nuestros jueces son muy suyos.
Se desvelan en estos días sofisticados modos de censura, de intriga y de conspiración, con mucha tecnología, mucho internet y mucho micrófono de aguja, la policía hackeando este periódico, y todo, pero dejando tanto despliegue, tanto kit del espía y tanto chip en manos de verdaderos paletos. Un jefe antifraude que se jacta ante un complaciente ministro de haber destrozado un sistema sanitario, un policía que con frialdad funcionaria escribe que la orden de bloquear en la red la libertad de información de un diario ha sido cumplida, varios tuiteros encausados por la idoneidad o inoportunidad de unas inocentes palabras bien o mal juntadas. Todo palabras, y todas son sus enemigas, aunque no lo parezcan. Yo creo que el único organismo legitimado para juzgar a los bravetuits es la Real Academia de la Lengua, pero se conoce que nuestros académicos están muy ocupados, aunque no lo parezcan, y han delegado el engorroso asunto a la más impaciente Audiencia Nacional.
En la España de hoy hay tres clases de juicios muy mediáticos: contra los gobernantes, contra algún que otro banquero y contra unos cuantos tipos a los que se les acusa de agredir con palabras o con unas tetas al aire en una capilla.
Anoche vi una cosa de César Strawberry, cantante de Def con Dos y pendiente de condena, advirtiendo de que no está en debate, en El Debate, la guerra sistemática de este gobierno contra la libertad de expresión. Anunciándonos que es el problema más grave que tenemos, por encima de la desigualdad, de la corrupción, de la pobreza energética, de los titanics sanitarios y educativos, y del paro. Y yo, aunque no soy buen cantante, sospecho que algo de razón lleva.
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