Rosas y espinas

Que viva el 'procés'

Que viva el 'procés'
La secretaria general de ERC, Marta Rovira, y el presidente de ERC, Oriol Junqueras, tras el archivo del caso Tsunami, en los Jardins de la Rectoria, a 12 de julio de 2024, en Cantallops, Girona, Catalunya (España). Glòria Sánchez / Europa Press

Pues al final resulta que el procés era la solución. Con todas sus algarabías, sus piolines desencadenados, sus sediciones y altas traiciones, su molt honorable president en posición fetal dentro de un maletero cenando ostras verticales, sus policías patrióticas, las misas de Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners, sus vengativos e iletrados jueces y todas las lindezas que aliñaron aquellos esperpénticos avatares. 

Sin el procés no habríamos osado jamás los españoles abrir el melón de una nueva financiación y reformulación territorial. A pesar de nuestra fama, somos poco de abrir melones en este país. No nos atrevemos a tocar nada, pues nos quedó bastante claro que todo estaba atado y bien atacado, como sabiamente nos advirtió el Caudillo con su atiplada vocecilla asesina desde su lecho de muerte. 

El caso más flagrante lo tenemos en nuestra ajada Constitución, que envejece casi peor que Felipe González sin que nadie le haga el menor lifting. Es tan vieja la pobre que ni siquiera tiene en cuenta que España ha ingresado en la Unión Europea hace ya 38 años, y que, por tanto, ya no se conserva tan autárquica ley de leyes como en el 78, sino que tiene por encima la legislación continental. Si en el 78 los prebostes tardofranquistas que la redactaron hubieran afirmado que la tierra es plana, hoy los españolitos cortitos y mayoritarios seguiríamos defendiendo que la tierra es plana porque lo dice la Constitución.  

Por poner un caso más pragmático y doméstico: si mañana Felipe y Letizia se divorcian, el rey se casa con Mario Vaquerizo y tienen un hijo varón, la princesa Leonor dejaría automáticamente de ser la heredera al trono, a Jaime Peñafiel le daría un síncope y el papel couché ardería en las mesitas de las salas de espera de dentistas y peluqueros como deflagrado por el mismísimo dedo del Maligno (no confundir con Perro Sanxe). 

El caso es que gracias al procés vamos a intentar reinventarnos, esperemos que para mejor, y quizá a conseguir un Estado lo suficientemente descentralizado y solidario como para que nos odiemos un poco menos. En Alemania, todos los länders funcionan más o menos, como se propone en el eufemístico concierto económico solidario de los catalanes, que tiene más nombre de gala antisionista de Baremboim que de solución a la economía de un país. Pero vivimos tiempos en los que a un genocidio lo llamamos Operación Libertad Duradera, así que no nos pongamos melindrosos.  

Los alemanes, además, utilizaron este concierto en su proceso de unificación, situación que entrañaba sin duda bastantes más miríadas de dificultades que nuestro puzzle territorial de andar por casa (en comparación).  

Si este gobierno más polícromo que una bandera LGTBI+ aguanta los tres años que le quedan, sabe Pedro Sánchez que solo va a poder legislar a su derecha, con PNV y Junts haciéndole los preceptivos randevús a las oligarquías financieras y católicas. Así que mejor que legisle poco y se dedique a lo autonómico, federal, confederal o como se llame, y a la financiación autonómica. Y lo mejor, Goya se levanta de su tumba y despinta los garrotes para cambiarlos por bolígrafos. Y todo se lo deberemos al procés, que nos ha despertado del largo sueño de la inacción. Mueran las caenas, viva el procés. 

Más Noticias