Rosas y espinas

Edénica Venezuela

Nicolás Maduro, durante la transmisión de su programa 'Con Maduro +', en Caracas. / EFE
Nicolás Maduro, durante la transmisión de su programa 'Con Maduro +', en Caracas. / EFE

Parece ser que en el chavismo ya solo creen los poetas. Son legión ilustre, no lo niego, pero famélica legión. Ser chavista confeso y contumaz, hoy en España, está incluso medio mal visto entre muchos comunistas y anarquistas fieros y honestos, según se hace entrever de lo que uno escucha, cotillea y lee por ahí, que no es poco. 

Hay tanto español que no sabe nada de Venezuela y opina sobre Venezuela como tapas de calamares se sirvieron ayer sábado en Madrid. Ni siquiera les distrajo de su obsesión venezolana el intento de magnicidio contra Donald Trump. Ellos están con lo suyo y que no les enreden con menudencias magnicidas. Son ignorantemente irreductibles. Los norteamericanos están a punto de matar a un otro candidato a presidente, después de lo de Robert Kennedy en 1968, y estos ignofachas, o como se les quiera llamar, preocupados por un pucherazo en Venezuela. Curioso.

Está de moda en estos tiempos, entre sesudos analistas y barítonos tertulianos, llamar edenistas a los pocos poetas que aun defienden en público el chavismo. Quedan tan pocos chavistas confesos, que los dueños del pensamiento único incluso se permiten tratarlos con conmiseración: "Tenemos hoy con nosotros en nuestra tertulia a un edenista bolivariano", anuncian los presentadores con la infantil ilusión circense de quien va a entrevistar a la mujer de dos cabezas.

En estos tiempos en que la actualidad es tan veloz y perecedera, parece mentira que nuestros medios aun se sigan divirtiendo con sus denuncias de los pucherazos del chavismo cada vez que hay elecciones en Venezuela. Llevan así desde 1999, cuando la primera victoria de Hugo Chávez, y no se aburren. ¡Dictadura!, gritan. Y no les puedes recordar, pues ponen mohínes, que sería la primera dictadura en la historia que pierde elecciones: lo hace a menudo en las regionales. Si se lo recuerdas, te llaman edenista y pasan palabra a la más versada opinión de Eduardo Inda o algún súcubo intelectual de parecido calibre. 

El ruido internacional sobre Venezuela, orquestado desde EEUU, siempre es tan grande que a mí no me extrañaría que Nicolás Maduro estuviera ocultando las actas electorales solo por gamberrismo y por joder. Ya que me vais a llamar dictador igual, me vais a imponer sanciones al comercio exterior y vais a seguir intentando matar de hambre a mi pueblo hasta que se haga fascista, me voy a enrocar con mis actas mientras el cuerpo aguante.

Yo no sé si Maduro ha dado o no un pucherazo. Sí sé que en Brasil y Perú –solo dos ejemplos– se articularon recientemente dos golpes de Estado sin que la comunidad internacional que hoy vocifera se escandalizara lo más mínimo. Todos sabían que el encarcelamiento de Lula da Silva, que fue la antesala de la llegada al poder de Jair Bolsonaro, era un montaje judicial de párvulos del lawfare. Pero Lula no era un demócrata "de los suyos".

He hablado hasta ahora de chavismo, y no de bolivarianismo, que es de lo que se debería hablar. Porque este ruido constante sobre Venezuela no es por temor a Chávez o a Maduro ni al pajarito, sino a un movimiento libertador que, si arrastra a los pueblos de Centro y Sudamérica, le va a costar mucha pasta a EEUU y a sus oligarquías. Y puede ser el estertor final de la dominancia yanqui en el planeta. No por casualidad, varios líderes opositores venezolanos piden de vez en cuando, y no de manera tácita, la intervención militar estadounidense en el país. ¿Para qué denunciar fraude electoral si puedes meter a un ejército que extermine a la mitad de la población para salvaguardar la democracia? Es más rápido y entretenido: mira hacia Israel.

Supongo que soy un edenista yo también, por eso rezo a los dioses laicos de la igualdad, la libertad y la fraternidad para que esta vez no vuelvan a ganar los malos. Vosotros ya me entendéis.

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