Buzón de Voz

Una era de temor

Lo dejó escrito Tony Judt en Algo va mal, su penúltimo libro: "Hemos entrado en una era de temor". Se refería a la "profunda inseguridad económica" derivada de la crisis financiera mundial. En España, sus efectos se unen a los de la explosión de la burbuja inmobiliaria y producen una consecuencia dramática: 4,9 millones de parados. La pregunta es pertinente y se escucha en las casas, las universidades y los cafés: ¿cómo es posible que ante esta situación la gente no se eche a la calle? Sindicatos, sociólogos, economistas, desempleados o mileuristas plantean respuestas diferentes, aunque ninguna de ellas excluye el peso de esos "temores". Parece lógico que la red de protección social amortigüe en alguna medida la desesperación de quienes han perdido su trabajo. Es conocido el arraigado apoyo familiar característico de las sociedades latinas en los momentos de apuro; tan arraigada está esa cobertura personal como una economía sumergida que supone más del 20% del PIB y que ofrece dudas sobre el número real de personas sin ningún ingreso económico. Hoy, Primero de Mayo, sobran los motivos para que las calles se llenen de ciudadanos indignados ante la evidencia de que los mayores sacrificios por la crisis no los están sufriendo los que la originaron. Pero existen anestésicos contra los que también advertía

Judt: la presunta inutilidad de movilizarse o el desprestigio de todo lo colectivo. Adormideras para que el trabajador sólo sea consumidor.

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