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Loa a la técnica

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

Aún resuenan en los medios el derrumbe, el enterramiento y el rescate de los mineros chilenos. El eco tardará en apagarse, porque ahora toca materializar los réditos políticos y económicos personales de la hazaña. No está mal que sea así, porque los responsables del Gobierno chileno han hecho las cosas bien y los mineros han sufrido mucho. No hay que ser melindroso por más desasosiego que produzcan los malos y casi desapercibidos avatares que sufren los mineros chinos del carbón. Lo que es de resaltar, porque se ha hecho poco y en general de forma deficiente, es el papel de algunas tecnologías y sus servidores en este asunto.
Uno puede pensar: han quedado unos mineros atrapados en una cavidad subterránea y lo que hay que hacer es un ascensor, por muy rústico que tenga que ser, y sacarlos de allí uno a uno. Quien piense así, que se detenga un poco a elucubrar cómo lo haría él si pudiera disponer de todos los medios que exigiera para llevarlo efectivamente a la práctica. Comprobará que el asunto no es tan fácil como parece. Por lo pronto, acertar en una perforación a una cavidad situada a 700 metros de profundidad ayudado de unos mapas imprecisos para localizarla es toda una proeza. Los ingenieros y operarios dieron con ella al sexto o séptimo intento.
Por cierto, una de las empresas implicadas en el envío de las primeras palomitas con mensajes y botellas de agua para los mineros es española (sevillana por más señas) y eso, que parece otra trivialidad, está también muy lejos de serlo. Operar máquinas perforadoras como la que hizo el túnel final con todos sus aditamentos requiere obreros muy especializados de una habilidad y paciencia fuera de lo común. Diseñar el ascensor también requirió no sólo buen hacer sino imaginación muy creativa para evitar toda eventualidad negativa. Y así todo.
Por otra parte, están internet y los satélites. Se puede discutir si la conversión de un accidente en espectáculo es apropiado. Por ese jardín es mejor no transitar, pero que el mundo viva pendiente del infortunio de unos mineros gracias a esas tecnologías se debe considerar algo grande. Es la vía para acabar con el sufrimiento anónimo, es lo que hace que la solidaridad se ponga de manifiesto, es una manera de advertir que los desmanes, las tropelías, los desastres causados por la incompetencia o la avaricia y todo lo que haga sufrir a los débiles será conocido por todos. Quien tenga dudas de que la ciencia, la tecnología y, en fin, el progreso no son necesariamente buenos, que piense en el rescate de los mineros chilenos. Lo curioso es que estos a quien más mérito otorgan es a Dios.

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