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Dieta e inteligencia social

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, Burgos

Conseguir el alimento es una necesidad primordial de los seres vivos. Los mamíferos vegetarianos exclusivos se alimentan de vegetales que sólo en ocasiones ofrecen una resistencia pasiva a ser comidos. Algunas plantas desarrollan jugos venenosos o amargos, hojas punzantes, etcétera, como adaptaciones defensivas frente a los herbívoros. Estos últimos aprenden a evitar estos problemas y desarrollan sus propias adaptaciones. El consumo de plantas no requiere estrategias complejas de comportamiento, aunque supone muchas horas dedicadas a la ingesta. El principio general de estos animales podría ser "comer y evitar ser comidos".

Los mamíferos carnívoros y en particular los predadores más especializados, no lo tienen tan sencillo. La caza de herbívoros implica el desarrollo de estrategias más elaboradas de comportamiento, que residen en un cerebro también más complejo. A nadie se le escapa que nuestros perros y gatos domésticos tienen una inteligencia muy superior a la de ovejas y vacas que heredaron de sus ancestros silvestres y predadores.

Hace unos dos millones y medio de años los homininos dejamos de ser vegetarianos casi exclusivos cuando los sucesivos ciclos climáticos globales alteraron nuestro hábitat africano original. Ganarse el sustento diario se hizo cada vez más complicado en los bosques abiertos y en las sabanas africanas. Aprovechando la capacidad para digerir las proteínas de origen animal, la carne y la grasa de ciertos mamíferos tuvo cada vez más presencia en la mesa de aquellos homininos del Plioceno. Así desarrollamos estrategias de comportamiento mas elaboradas y oportunistas, quizás para cazar algunas presas asequibles a nuestra talla, todavía pequeña, o para acceder a la carne sobrante de grandes herbívoros abatidos por los temibles tigres dientes de sable (Homotherium).

Nuestra inteligencia de primate social fue clave en el proceso de adaptación a los nuevos ambientes. Hace dos millones años, las especies de homininos que fueron capaces de diversificar su dieta mediante aquellas estrategias sociales complejas, incluida por supuesto la elaboración de útiles de piedra, incrementaron su inteligencia operativa con respecto a las especies que se especializaron en el consumo de nuevos recursos vegetales (los parántropos).

Comenzó así un proceso de crecimiento y desarrollo del cerebro no conocido hasta entonces en el orden de los primates. Nuestro cerebro de 1.400 centímetros cúbicos, del que nos sentimos tan orgullosos, es heredero de las enormes dificultades que aquellos pequeños homininos africanos fueron capaces de superar ante el reto de los cambios climáticos del Plioceno.

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