El debate actual sobre cómo deben ser las políticas migratorias a nivel mundial está mal fundamentado. Se está trabajando sobre unas prioridades erróneas y por lo tanto los resultados de todos estos enfoques están abocados al fracaso. Cuando la prioridad que establecemos es la soberanía de un territorio sobre la humanidad de nuestra especie, estamos repitiendo la parte más violenta de nuestra historia reciente de la que solo cabe esperar un final: el genocidio.
Cuando la prioridad que establecemos es la soberanía de un territorio sobre la humanidad de nuestra especie, estamos repitiendo la parte más violenta de nuestra historia reciente de la que solo cabe esperar un final: el genocidio.
Estos días ha habido numerosas reuniones entre jefes de gobierno europeos. Nuestro presidente Pedro Sánchez, que parecía que se iba a erigir en el salvador del mundo migrante, ha mostrado su incapacidad de liderazgo y se ha plegado a las propuestas de Macron. El presidente francés no es un ejemplo a seguir en humanidad, como recordaba recientementd mi compañera Ana Gonzalez-Páramo, puesto que ha endurecido con contundencia las políticas de control y rechazo migratorio de su país. Todas las propuestas que se han presentando en los encuentros de estos días perpetúan y sofistican el actual sistema de gestión de los flujos migratorios, basado en rechazar las entradas de inmigrantes a toda costa, ya sea poniendo los medios para que no lleguen a nuestros territorios, a costa de vidas, ya sea privándoles de libertad y deportándoles si consiguen llegar.
Todas las propuestas que se han presentando en los encuentros de estos días perpetúan y sofistican el actual sistema de gestión de los flujos migratorios.
La respuesta de la sociedad española está por ver, pero no es de esperar que haya demasiado revuelo. La narrativa sobre la migración está muy sesgada y siempre hay una excusa para ser comprensivos con las políticas del rechazo: "No caben todos", "hay que ordenarlo", "no tenemos para nosotros, no vamos a tener para ellos". Sin embargo, nos parece aberrante lo que está haciendo Trump -separar a madres e hijos pequeños en la frontera, enjaular a las familias migrantes-. Por desgracia no somos conscientes de que en España se lleva años haciendo algo parecido, como han denunciado muchas organizaciones.
Algo parecido va a pasar con las concertinas de Melilla. La nueva delegada del gobierno, Sabrina Moh Abdelkader, acepta quitarlas, pero para sustituirlas por otro elemento disuasorio menos letal. Es decir, que salvamos a los inmigrantes para que no se ahoguen en el mar pero los repatriamos, al mismo tiempo que seguimos reforzando fronteras sin que exista un análisis de las consecuencias ni de las alternativas. Protegemos a Europa de 'los otros' que vienen, sin pensar que quizás un día seremos nosotros los del otro lado de la valla, o el objeto del punto de mira de algún grupo que nos considere no aptos, como ya pasó por ejemplo en la Alemania nazi.
Y entre todo este ruido, la iglesia ha presentando la campaña pro-migración más completa, más justa y más agresiva que he visto hasta el momento.
Es necesaria una acción social basada en la recuperación del valor del Derecho Natural como base de cualquier legislación universal.
Es la primera vez que se tiene constancia de que un Papa haga un llamamiento público explícito a sus feligreses a la lucha a través de la presión social y política, y lo hace por los derechos y las necesidades de los migrantes. La campaña del Papa está estructurada en 20 puntos sobre cuatro grandes ejes: acoger, proteger, promover e integrar, y es excepcional, en la forma y en el fondo. Este llamamiento llega en un momento crucial en el que puede ser un catalizador de una acción social basada en la recuperación del valor del Derecho Natural como base de cualquier legislación universal.
Comentarios
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