Nunca he pensado que sea hipócrita. De hecho, en esta vida, eso tiene un precio que, personalmente, he pagado siempre con gusto. Por este motivo, no me tiembla la mano cuando digo que yo no soy de esas personas que dicen que no le desean mal a nadie. Yo sí, incluso, me alegro de la muerte de algun@s. Este es el caso de Franco, que cada año por estas fechas tiene el honor de hacerme descorchar una botella de vino y brindar por cada uno de los años que lleva en el hoyo.
Si no soy de esas personas que cuando muere alguien olvida lo canalla que fue, imaginen cuando, además, estoy convencido de que el mundo gana su fallecimiento. Hay muertes que no suponen una pérdida sino, más bien, una ganancia. Lo único que lamento con el dictador es que éste muriera en su cama, en lugar de pudrirse en una cárcel pagando por lista interminable de crímenes. A pesar de ello, ¡qué rico me sabe el vino cada 20-N!
Cuando veo a los miembros de la Fundación Francisco Franco celebrar sus misas, sus actos y publicar sus esquelas hablando de que el asesino "murió cristianamente al servicio de la patria", miro a mi billetera y pienso la cantidad de botellas que me quedan por descorchar, porque aún tengo muchas ganancias que celebrar.
Cuando escucho intervenciones infames como las de Pablo Casado o Agustín Conde en el Senado, lo primero que me viene a la mente es cómo en cuestión de mezquindad no aparece el conflicto generacional. ¡Oh, casualidad! Estos dos personajes son del Partido Popular, el mismo que nunca se ha atrevido a condenar los crímenes del franquismo, el mismo que, de hecho, ha impedido que éstos se investiguen y que en cada Ayuntamiento en el que gobierna pone todos cuantos palos en las ruedas puede para que no se cumpla la Ley de Memoria Histórica.
Al fascismo en primera línea política y empresarial lo tenemos perfectamente identificado; a los personajes caricaturescos de cabeza rapada, bandera de aguilucho y olor a naftalina añorando al asesino por el que yo brindo, también. Me preocupa más ese atajo de indeseables que, detrás de la cortina, también hacen fuerza para que los últimos vestigios del franquismo no desaparezcan, para que los herederos de la dictadura, como si de un monarca se tratara, sigan gozando de privilegios de apellido compuesto.
Todas esas personas, también me sobran. El mundo está mucho mejor sin ell@s y, algún día, no habrá vino suficiente para que la gente de bien brindemos por que ya no están, por nuestra ganancia. Mientras tanto, Paquito, 42 años en el hoyo y qué rico me sabe este vino.