La Iglesia Católica genereza rechazo en buena parte de la sociedad, mal que le pese a otra parte que la abraza incondicionalmente, aún con todos sus pecados -que no son pocos-. No es necesario hacer un ejercicio excepcional de empatía para comprender por qué la institución atraviesa sus horas más bajas en cuanto a popularidad que ha desembocado en una fuga de fieles y de aportaciones económicas. La última tropelía católica: los intentos de desahucio de un centenar de inquilinos de viviendas VPO por parte de la Sociedad de San Vicente de Paúl, mientras ésta saca pecho de su caridad.
No ahondaré en la mezquina actuación de la Sociedad de San Vicente de Paúl porque la información que firma Beatriz Asuar lo explica a la perfección. Lean, indígnense y, si no lo hacen, probablemente entren en el saco de lo que genera rechazo. Es así de simple. ¿Cómo una asociación que se autodefine "de carácter humanitario y benéfico social" puede primar sus intereses económicos sobre las personas? Pues porque en el aparato católico es una práctica extendida en España.
¿Acaso la Iglesia Católica no realiza un auténtico expolio cuando aprovecha la ley promulgada por el Gobierno de Aznar? ¿Que es si no su capacidad de inmatricular bienes sin ningún tipo de publicidad ni pago de impuestos? ¿Es de recibo que la Iglesia Católica se haya hecho con la Mezquita de Córdoba por 30 euros? No, no lo es... y por este motivo, Comunidades Autónomas como Aragón ya buscan reformar la Ley Hipotecaria o, directamente, recurrir a la expropiaciones apelando al interés social o público, para recuperar los bienes inmatriculados 'por la cara' por la Iglesia desde 1998.
Lo sucedido en Guadalajara con el centenar de inquilinos de VPO no es obra directa de la Iglesia Católica como institución, pero sí como comunidad. En este sentido, comenzando por la misma Conferencia Episcopal y terminando por la última persona católica, sea o no practicante, deberían criticar con dureza la actuación de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que es mezquina y ruin se mire desde la óptica que se mire pero, además, si se le aplica el filtro de valores católicos -tan poco aplicado entre sus fieles- es absolutamente intolerable.
Sin embargo, son pocas o nulas las voces católicas que se elevan para ir acabando con abusos de este tipo que, incluso, pueden terminar chocando directamente contra la ley. Y entre los que nos encontramos al otro lado, el rechazo se agiganta. Basta ver cómo desde hace una década los ingresos procedentes de la X en la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta se han desplomado: Si en 2008 suponía casi el 22% de esta asignación tributaria, en 2016 apenas supone un 14%, muchos escalones por debajo del 34,5% que suponen las asignaciones a otras actividades de interés social.
Esto es solo el principio. La Iglesia, no sólo tiene que ocupar de una vez por todas el lugar que le corresponde en un Estado aconfesional, esto es, sin ningún tipo de privilegio ni presencia en colegios, universidades u hospitales, sino que, además, ha de cumplir en ese nuevo rol con lo que marcan sus propios catecismos, que hoy por hoy se alejan mucho de buena parte de sus actuaciones y las de sus asociaciones seglares. Recuerden, ninguna buena obra hace mejor a una mala ni la compensa. Eso es una máxima para católicos, ateos y agnósticos; todo lo demás, cortinas de humo limpia conciencias... o almas, como prefieran.