En el artículo ayer ya analicé lo que se esconde detrás del mensaje ultranacionalista de Albert Rivera y su hinchada. No pensaba profundizar más en esta cuestión, pero después de escuchar la entrevista que esta mañana le ha hecho Pepa Bueno, bien merece unas líneas para ahondar en la oquedad de su discurso.
Cada vez se hacen menos fotocopias, porque se ha impuesto escanear e imprimir cuando es necesario una copia en papel. Sin embargo, no cuesta mucho echar la mirada atrás y recordar cómo cuando se fotocopiaba una documento borroso y oscuro, el resultado siempre era peor. Eso le sucede a Rivera.
El líder de Ciudadanos pretende ser un clon de Macron -obvio su comparación con Obama porque es demasiado esperpéntica-. En lugar de recurrir al escáner, dada su mentalidad retrógrada, ha preferido la fotocopia y, claro, el resultado es aún peor que el original. Si el liberalismo de Macron con sonrisa impostada ya está pasando factura a la sociedad francesa, no quieran ni imaginarse lo que haría Rivera, tan deficientemente fotocopiado.
Hay que admitir, empero, que en una cosa tiene razón el presidente de Ciudadanos: tenemos que sacudirnos el complejo... pero no el de ser español o española, como dice él, sino el complejo que tenemos, la vergüenza que nos produce que el resto del mundo vea la calaña de representantes que tenemos en España.
Tenemos que conseguir hacer ver que Rivera es ese molesto grano en el trasero que tarde o temprano desaparecerá. No puede tener largo recorrido alguien que compara la historia de las banderas de Canadá, EEUU o España sin atender a sus peculiaridades especiales, evidenciando su profunda ignorancia. No puede prosperar quien es preguntado por la discriminación positiva a favor del feminismo y responde con equiparar el permiso de parternidad con el de maternidad como si éste fuera la principal causa de la brecha salarial, quien equipara la violencia doméstica con la de género.
Rivera habla de borrar de un plumazo 40 años de dictadura mientras bloquea el cumplimiento de los principios más esenciales de la Memoria Histórica. Durante la entrevista de hoy, Rivera ha quedado sepultado por una sarta de clichés, de tópicos rojo y gualdas y contradicciones. Se aferra al concepto de patriotismo para no mostrar el ultranacionalismo del que hace gala, porque ser patriota no significa creerse por encima del resto.
Ser patriota -cómo detesto ese concepto- no implica ni sentir ni mucho menos creer que tu país, esa tierra natal que tanto dices querer es mejor que otra nación. Ser patriota, sencillamente, es amar a tu tierra, aún a sabiendas de que es peor que otras. No es el caso de Rivera, que con su discurso, con el mitin que esta misma mañana ha dado durante la entrevista, escupiendo su soflamas, intenta camuflar un proyecto político al dictado del Ibex 35.
Así las cosas, como él mismo dice, sacúdanse el complejo de este grano en el trasero. Aunque haya momentos de vergüenza cuando las estadísticas convenientemente torturadas dicen que suben en intención de voto, es algo pasajero. Lo importante, mientras Rivera se envuelve en la bandera nacional, es que este abultamiento en el culo no se infecte, no se llene de pus. Por si acaso, tengan desinfectante cerca.