Màxim Huerta demostró ayer que era indigno de liderar la cartera de Cultura y Deporte. Su falta de humildad, sus medias verdades que terminan siendo mentiras enteras, la manera en que abrazó la doctrina del PP y se mostró como víctima hacen que su cese disfrazado de dimisión sea un alivio para tod@s.
El primer error de Huerta fue no poner al corriente de su pasado fiscal a Pedro Sánchez cuando éste le propuso hacerse cargo del ministerio de Cultura y Deporte. ¿Tan ingenuo es Huerta como para no reparar en que, por la proximidad en el tiempo, su fraude fiscal no vería la luz? Fue su primer y último patinazo como ministro.
Si miramos al fondo de la cuestión, el ya exministro me revolvió ayer el estómago. Se presentó como una persona honesta, entregada y que se sacrificaba para que "una jauría" no empañara un proyecto ilusionante. Nos quiso llevar al huerto con palabrería barata en la que, además, únicamente se acordó de la Cultura, olvidando que Deporte era otra de sus responsabilidades.
Utilizando el argumento de que "corrupt@s somos tod@s", al más puro estilo Rajoy, justificó que tributara como sociedad limitada en lugar de como persona física con el hecho de que era una práctica común cuando lo hizo. Ese detalle da una idea muy clara de su catadura moral. Personalmente, me asquea, más aún cuando yo mismo lo viví en mis propias carnes.
Prácticamente en las mismas fechas en las que constituyó su sociedad limitada, arranqué mi andaduro como freelance dejando atrás años de trabajo por cuenta ajena. Entonces, es cierto que muchas personas me aconsejaron que hiciera lo mismo que Huerta, porque fiscalmente era mucho más ventajoso. No lo hice porque, ¿cómo decir que soy sociedad si sólo soy uno?
Lo triste en el caso de Huerta, a diferencia de otros compañeros de profesión que siguieron su pasos, es que a él no le hacía montar esa sociedad limitada: como vemos en el auto judicial que rechaza su recurso, la sociedad limitada no era el instrumento con el que driblaba a una legislación del autónom@ tan carroñera como la española para poder llegar a fin de mes, pues contaba con segunda vivienda en la playa y defraudó más de 200.000 euros al erario público.
El modo en que ayer se presentó como una víctima, como si Hacienda hubiera ido a por él porque había sido una voz crítica contra el Gobierno del PP, fue mezquino. La Justicia lo deja claro: actuó de mala fe, no sólo por haber elegido esa fórmula tributaria sino, además, porque no le tembló la mano a la hora de inflar la partida de gastos con su casita de la playa para desgravarse más. Ese detalle se le olvidó ayer.
Asimismo y al tratarse de un periodista, fue especialmente hiriente ver cómo se marcaba su discurso pomposo, rozando lo pedante con cita de Lope de Vega incluida, y marcharse sin admitir una sola pregunta. Ese otro gesto, también nos da una idea del peso que nos hemos quitado de encima, puesto que resulta intolerable que un representante político ningunee así a la prensa y, con ello, prive a la ciudadanía entera del derecho de información. Por cierto, Pedro Sánchez ya lo ha hecho en su única comparecencia pública como presidente; esperemos que no vuelva a pisotear la transparencia de que tanto presume.
Respiremos, respiremos hoy aliviados porque Màxim El Breve vuelve a escribir novelas o, por ser más precisos escuchado su discurso de ayer, se quede en la ficción de la que nunca debió salir.