El ministro del Interior, Fernández Díaz, compareció en el Congreso para explicar la actuación de la Guardia Civil en la masacre de Ceuta y, a medida que hablaba, su comparecencia se iba transformando palabra por palabra en un especial de Barrio Sésamo. Por momentos al ministro le empezó a brotar de la calva una pelusa azul y al final ya era el mismísimo Coco quien estaba aleccionando a los niños sobre los términos "cerca" y "lejos", "fuera" y "dentro", "blanco" y "negro", "tierra" y "mar" y otros excitantes conceptos fronterizos.
Fernández Díaz, experto en milagros divinos e intercesiones marianas, es el único erudito capaz de explicar cómo once personas se van ahogando solas mientras un montón de guardias civiles armados de buena voluntad intentan ayudarlos a base de pelotazos de goma. Ciertamente, hace falta un milagro de los gordos para aceptar esta tesis que va contra todas las leyes de la física, de la puntería y de la lógica. Pero no olvidemos que el ministro del Interior (además de tener línea directa con la Virgen y de fichar a Santa Teresa de Jesús para que nos eche una mano con esto de la crisis) alumbró la conexión entre el aborto y ETA, y sugirió que los dinosaurios se extinguieron por culpa del matrimonio homosexual. Para que luego digan que la ciencia ha emigrado de España. Este hombre merece por lo menos dos premios Nobel, uno por correo y otro aéreo.
Sólo el descubridor del Orgullo Triceratops podía aventurar que nuestra muy heroica Guardia Civil disparase una barrera de pelotas de goma para fijar la línea fronteriza en el mar; le faltó decir que eran de goma para facilitar la natación, ya que no tenían a mano flotadores con forma de patito. El ministro corrigió así la primera versión de la Guardia Civil, que decía que ellos no dispararon pelotas de goma. Ahora resulta que sí las dispararon pero apuntando lejos, para que se marcharan, un poco al estilo de Lola Flores: "¡Si me quéreis, irsen! ¡Marcharsen!" En la tercera versión, que seguramente oíremos en breve, puede que algún guardia civil estuviera apuntando, pero poco y mal, y en las sucesivas, fijo que más de un inmigrante metió la nuca en la línea de tiro sólo por joder. Que no tomaban puntería no es muy difícil de creer: al fin y al cabo no tiraban al blanco sino al negro.
Ya lanzado de lleno a las entrañas del derecho internacional, Fernández Díaz inventó ayer el concepto de la "frontera elástica o retráctil", aunque para haber convencido a la oposición tal vez habría necesitado hacer una demostración con una tripa y una faja. Al final, para el ministro quedó perfectamente claro que la Guardia Civil actuó de manera idónea y proporcional, aunque no acabo de explicar cómo, si lo hicieron tan bien, hubo supervivientes. Los muertos abortaron a una edad indeterminada entre los veinte y los treinta años de edad. El mar es ETA. Algunas pelotas de goma se casaron por el rito homosexual. Santa Teresa estaba fuera de cobertura. La Virgen hizo un milagro pero a la inversa. A falta de gitanos, la Guardia Civil escribió con sangre y en negrita unos cuantos versos más del Romancero Subsahariano.
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