La verdad es siempre revolucionaria

El feminismo es republicano

 

En este día 6 de diciembre, en que los partidos políticos se aprestan a celebrar la aprobación de la Constitución de 1978, que garantiza en su artículo 1.3 que "la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria", el pueblo que en vez de fastos y besamanos e inclinaciones serviles ante los reyes, quiere reclamar democracia e igualdad, debe salir a la calle a manifestarse por la III República.

En estos días de tanta confusión, entre los gritos electorales de los candidatos- y aquí no pienso usar el femenino porque las pantallas y los washaps y las paredes solo nos exhiben caras masculinas- la campaña por la República queda oscurecida. Únicamente Unidad Popular se postula a su favor –sin demasiado entusiasmo, todo hay que decirlo. Resulta entristecedor observar las contorsiones que realizan los dirigentes de Podemos para huir de defender claramente la proclamación de la III República, y ya nos tienen acostumbrados el PSOE y los partidos de la derecha, PP y Ciudadanos, a su fervor monárquico.

Pero las que deberían definirse en este asunto, tan importante como la forma de Estado de nuestro país, deberían ser las feministas. Unos grupos han elaborado un manifiesto de reivindicaciones de las mujeres, más o menos similar al que el Pacto Feminista publicó con motivo de las elecciones municipales y autonómicas, en el que vergonzantemente ha desaparecido la exigencia de abolir la prostitución que constaba en el Pacto Feminista que muchas de las hoy firmantes apoyaron entonces. Pero lo que no aparece, entre otros temas fundamentales, es la reclamación de la República.

Nosotras, las integrantes del Pacto Feminista y las militantes del Partido Feminista, no fuimos invitadas a participar en la redacción de ese manifiesto sino a adherirnos a él cuando ya estaba escrito y difundido, supongo que para que no introdujéramos modificaciones ni críticas. Pero es imprescindible explicar públicamente, desde el Partido Feminista,  nuestra firme postura por la República.

Ese manifiesto, tan modestito, tan reivindicativo de las necesidades que desde hace 40 años el Movimiento Feminista lleva denunciando, no llega más allá de las reformas que podrían implantar los ayuntamientos  y las comunidades autónomas. Porque ese era el programa que el Pacto Feminista elaboró en abril pasado y que se han limitado a reproducirlo. Y no va más allá, cuando en este momento nos estamos enfrentando a unas elecciones generales, es decir aquellas que escogen las Cámaras Legislativas para toda España, y que formarán el gobierno nacional, y determinarán para un futuro, que puede ser largo, la forma de nuestro Estado. Cuestión que afecta a muy importantes y profundos asuntos que tienen al país invertebrado, según la buena definición de Madariaga, y en un conflicto permanente entre las autonomías.

Pero no solamente la cuestión de escoger entre monarquía y república se reduce a resolver el encaje y la solidaridad entre los pueblos de España. Esta es una exigencia que desde hace casi dos siglos enfrenta a nuestro país a escoger entre atraso y caquicismo o progreso y democracia, entre soberanía nacional o sometimiento al imperialismo y a los dictados de las corporaciones supranacionales, entre ser súbditos o ciudadanos, entre apostar por la igualdad de todas las personas o mantener privilegios aristocráticos, latifundios, opresión de las clases trabajadoras con el mantenimiento de esos estamentos medievales de dueños del 55% de las tierras cultivables españolas, y jornaleros, aparceros, obreros y obreras del campo; entre nacionalizar la banca y las empresas energéticas y estratégicas o entregarlas a la oligarquía que ya las disfruta, con la colaboración, la complicidad y el beneficio para la llamada Corona, -como si debajo de ella no existieran seres humanos- y la camarilla de subordinados, socios, intermediarios y en definitiva perceptores de los beneficios que les concede la cercanía a la Monarquía que le permite disfrutar de esa asociación. La asociación para la corrupción y el delito más importante de España.

Y el feminismo, como filosofía que analiza la sociedad y pretende  transformarla, como movimiento social en lucha por arrancar a los privilegiados sus privilegios, como programa político que pretende gobernar, no puede quedar al margen de definirse en una cuestión trascendental absolutamente para el país. Que los partidos políticos, excepto Unidad Popular, rehuyan la confrontación con la Monarquía no significa más que que perciben los beneficios que tal servilismo y complicidad les proporciona. Pero el Movimiento Feminista –a menos que sea también lacayo de la Casa Real- tiene que manifestarse a favor de una verdadera democracia, del reparto real de la riqueza, de la igualdad entre hombres y mujeres, entre las clases trabajadoras y las ociosas, y si no lo hace queda reducido a la inoperancia y la marginalidad de una asociación de vecinos.

El feminismo es el último de los movimientos que han advenido a la escena de las luchas sociales.  Ha asumido las reivindicaciones del anarquismo, del socialismo, del comunismo, pero ha ampliado generosamente sus demandas y sus objetivos, incluyendo a las mujeres, esa mayoría olvidada por los hombres, en sus reclamaciones. Pero no se puede reducir a solicitar al poder masculino que las proteja contra la violencia machista, les permita abortar y les conceda, al fin, la igualdad de salario.

El feminismo hace política cada día, y ahora que estamos para elegir a las máximas autoridades del país, en cuyas manos depositamos nuestro destino, no puede reducirse a unas cuantas reclamaciones lacrimógenas.

El Partido Feminista reclama la proclamación de la III República, porque es el único régimen democrático, porque es la única que garantiza el reparto de la riqueza y la igualdad entre hombres y mujeres, entre los migrantes y los nacionales, entre las clases trabajadoras. El Partido Feminista reclama la proclamación de la III República, como un punto innegociable, a las formaciones políticas que salgan elegidas este 20 de diciembre, porque será la única manera de que las mujeres y los hombres de nuestro país puedan, en colaboración y solidaridad, construir un futuro mejor. Mantener este sistema monárquico como quieren la mayoría de los partidos políticos que se presentan a estas elecciones, es mantener la corrupción, la desigualdad, la explotación de los y las trabajadoras, los privilegios de las multinacionales, de la banca, los latifundistas, la industria armamentística y energética, y de la Iglesia. Y mantenernos como súbditos de la OTAN y de EEUU. Y de todo esto ha de hablar y comprometerse el Movimiento Feminista si realmente quiere ser influyente en la `política del país y feminista.

Madrid, 6 de diciembre 2015.

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