Una compañera de la comunidad de Radiojaputa, mandó un audio para el podcast de esta semana.
Tiene 50 años, y siente vergüenza si se apunta a actividades feministas donde la mayoría puedan ser mujeres más jóvenes. No solo siente vergüenza, sino que le da vergüenza sentir vergüenza por ese motivo. No es la única, por supuesto, es un mensaje que representa a muchas mujeres.
No sólo sentimos vergüenza por nuestra edad y el espacio que ocupamos, pensando que debido a nuestra fecha de nacimiento no deberíamos estar en ciertos sitios... no deberíamos ser vistas en ciertos sitios, mejor dicho. También por no depilarnos, por desarrollar dependencia emocional por hombres que sabemos catalogar a la perfección como misóginos y maltratadores, y un sinfín de motivos más.
A la vergüenza que sentimos de nosotras mismas por estos motivos, que sabemos identificar como estrechamente unidos al patriarcado, se une la vergüenza de creer que, como feministas, no deberíamos sentir vergüenza, por lo que fingimos ante el mundo que no nos avergonzamos de lo que nos pasa, de nuestros pelos, o de la violencia que recibimos, sino que solo nos cabrea. Pero la realidad es que, como la compañera que nos cuenta esta semana, hay un trasfondo de vergüenza por nuestra vergüenza. Taparla, como feministas, porque si eres feministas es que lo tienes todo claro, sabes culpar a quien se debe y tienes todo lo relacionado con el machismo superado en cuanto al reparto de culpas y responsabilidades.
Ser feminista no es darle a un interruptor en el que toda la culpa y la vergüenza -que has sentido siempre por tus experiencias en un sistema patriarcal- desparecen. Ser feminista es ser consciente de qué lugar ocupas en la sociedad como mujer, quién tiene el poder y en detrimento de quién, por qué motivo y fomentado por quiénes y por qué.
Por poner un ejemplo, las feminista sabemos identificar que la depilación es un mandato basado en nuestro sexo, que es otro método de control sobre nuestros cuerpo, hasta tal punto que si no estás depilada ni tienes posibilidad de depilarte en un momento dado, te quedas donde estás y ese plan con amigos en la playa desaparece de tu mente. Desaparecemos del espacio público si no estamos aceptables; en este caso particular, sin rastro de vello.
Ser feminista no es solo tener los arrestos para dejarte los pelos de las piernas y las axilas crecer tan largos y negros como te salgan, y mostrarlos al mundo como hacen los hombres. Puedes ser feminista y buscarte pelos con un espejo de aumento x7. Que sepas que es un mandato patriarcal, que es una forma de control para que pensemos y nos obsesionemos con nuestro cuerpo para que no pensemos en cosas en las que sí nos va la vida, no significa que tengas que tener la fuerza de enfrentarte la mundo, soportar miradas, comentarios y hasta insultos. Significa denunciar que la depilación y no hacer apología de ella, significa apoyar y defender a las mujeres acosadas por no depilarse, significa ser sorora.
Los mandatos basados en nuestro sexo son poderosos y llevamos muchos años sufriendo bombardeos constantes. Pero también es cierto que lo mismo que aprendimos mensajes misóginos y los aplicamos a nuestros cuerpos, podemos desaprenderlos. Y ahí el poder se lo estamos dando al feminismo, a nosotras mismas. Es un proceso lento, pero liberador.
Siguiendo con el ejemplo de la depilación, diré que yo misma llevo muchos años teniendo conciencia feminista y este año ha sido el primero en el que mis pelos, frente al espejo, no solo no me han producido rechazo, sino que me gustan. Mis piernas tienen el vello tan largo como pueden, y este verano he disfrutado viendo cómo se ponían más rubillos. He ido en falda corta -para horror de mi madre- y vestidos todo el tiempo. He visto las miradas y los codazos, y he seguido sin depilarme. Porque es que ya me gustan. Ahora lo que me llama la atención son las piernas perfectamente depiladas, he acostumbrado a mis ojos al vello en las piernas.
Antes, cuando he flaqueado y he tenido la tentación de depilarme, he pensado en mis sobrinas. Quiero que ellas vean que hay dos posibilidades, depilarse o no hacerlo. Que cuando empiecen a sentir vergüenza de sus propias piernas porque el vello les crecerá, no les parezca tan vergonzoso. He pensado en las demás mujeres que llevan haciéndolo años, sabiendo que sufren miradas, codazos y también insultos. He pensado en las que vendrán después, y en que será más fácil para ellas si los que se dan codazos, están hartos ya de darse codazos.
Pero he sentido también esa vergüenza por sentir vergüenza que comentaba la compañera. La sentí por mis pelos y la sentiré, como ella, por mi edad. Porque de eso va el patriarcado, de señalarte siempre un motivo por el que avergonzarte de tu naturaleza y hasta del paso del tiempo, que pasa para todo el mundo, pero para nosotras mucho más.
Así que gracias a todas las mujeres de 50, 60 y 90 que han ocupado espacios en los que no estaban del todo a gusto por culpa de la vergüenza. Por acostumbrar con sus acciones a que la sociedad entienda que las mujeres no desaparecen cuando alcanza el climaterio, ni tampoco después.
Gracias a todas las que han desafiado al mundo con algo tan simple pero tan valiente como no depilarse las axilas y jugar a voley en la playa. Gracias a todas las que dan una patada al sistema y se ponen un bikini aunque su cuerpo no le guste al patriarcado. Gracias a todas las que se atreven, y gracias también a todas las compañeras que las defienden aunque no se sientan preparadas todavía para dar el paso. Gracias por alentar, por acompañar, en definitiva, por no formar parte de la sociedad de los codazos. Entre todas, conseguiremos ser dueñas de nuestros propios cuerpos. Cuerpos con pelos en la barba, en los brazos, con tetas caídas, tetas pequeñas, pieles flácidas o con mil arrugas. Cuerpos que son nuestros, que estamos aprendiendo a amar y a cuidar entre todas. Conquistados nuestros propios cuerpos, conquistaremos todo lo demás.
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