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La temperatura de los dinosaurios

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física atómica, molecular y nuclear en la Universidad de Sevilla
Eran los dinosaurios de sangre fría o caliente? Dicho de otra forma, ¿absorbían calor del medio como los reptiles, o lo liberaban como los mamíferos? Había un gran debate sobre este asunto entre los especialistas, sobre todo referido a los saurópodos jurásicos como los diplodocus. Unos investigadores de California han llegado a un resultado interesante usando un método curioso.

Los isótopos son átomos del mismo elemento que se diferencian en el número de neutrones de su núcleo. Esto implica que sus propiedades nucleares pueden ser muy diferentes (por ejemplo, ser radiactivos o no) pero las químicas son prácticamente idénticas, porque estas provienen de los electrones más externos que están a enorme distancia del núcleo y, además, la interacción entre ellos es mucho más débil que la nuclear. Los huesos de los dinosaurios, como los de casi todos los animales, tienen carbonatos, compuestos químicos en los que un átomo de carbono se une a tres de oxígeno.
Estos suelen ser los isótopos C12 y O16. Otros isótopos estables de ambos son el C13 y el O18 que apenas llegan a tener una abundancia del 1%. Resulta que la unión de estos isótopos raros en los carbonatos en lugar de los frecuentes depende de la temperatura. Midiendo delicada y exactamente la cantidad de carbonatos que contienen los isótopos C13 y O18, los californianos han deducido la temperatura corporal de los grandes dinosaurios: entre 36ºC y 38ºC, o sea, muy parecida a la de los mamíferos. El lector puede que sonría complacido y se diga, "muy bien, ¿y qué?".
En 1969, a un biólogo llamado Book le dio por estudiar una bacteria que vivía en las aguas termales del parque de Yellowstone.
El artículo que escribió sobre ella pasó completamente desapercibido, salvo para unos investigadores que, 15 años después, recordaron que una enzima de aquella bacteria jugaba un papel fundamental en su supervivencia a alta temperatura. Estaban a punto de descubrir nada menos que la forma de manipular el ADN. Si a Book le hubieran dicho que su estudio de aquella bacteria iba a provocar una revolución se habría tronchado de risa. Quizá medirle la temperatura a los dinosaurios no pase de ser una curiosidad científica más, pero la posibilidad de que sirva para algo útil siempre estará ahí. Esa es la grandeza de la ciencia, porque a lo largo de la historia ha sido la investigación movida por la curiosidad la que más beneficios ha reportado a la humanidad.

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