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Fábula de la acacia engreída

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO 

*Profesor de investigación del CSIC

Es bien sabido que los antiguos fabulistas utilizaban a los animales, y en ocasiones a las plantas, para transmitir a través de ellos mensajes morales (moralejas) a sus conciudadanos: La avaricia trae problemas, no hay que presumir demasiado, el engaño se vuelve contra el que lo emplea, etc. En la actualidad, los fabulistas encontrarían un filón en los cada vez más abundantes estudios sobre interacciones ecológicas, donde plantas y animales colaboran, o se atacan, o se tienden celadas, o forman alianzas con terceros. Todo vale entre ellos, podríamos decir, pero a menudo quien se pasa de listo pierde. ¿Conocen, por ejemplo, el sino de las acacias engreídas?

Lo han investigado en Kenya. Las acacias tienen una relación amistosa, mutualista, con una especie de hormiga muy agresiva. El árbol proporciona a los insectos tanto hormigueros (en unos huecos que genera en espinas infladas) como alimento, produciendo un néctar azucarado en la base de las hojas. A cambio, las hormigas defienden a la acacia de quien se acerca, incluidos, por supuesto, los mamíferos que tratan de comer las hojas y ramas. Esta relación planta-hormiga es bien conocida y en modo alguno exclusiva de las acacias africanas (seguramente alguno de ustedes, como yo, habrá padecido mordiscos de montones de hormigas al tratar de subir a un árbol pertrechado de ellas).

La novedad en Kenya es que se estudió a las acacias en una parcela cercada experimentalmente para defenderlas de los mamíferos herbívoros. En sólo diez años se habían producido cambios notables. Aparentemente, las plantas, al percibir que no eran mordisqueadas, dejaron de invertir en "salario" para pagar a su ejército de hormigas. Así, producían menos néctar y tenían menos espinas huecas donde asentar hormigueros. Era como si, sintiéndose invulnerables en su refugio, hubieran decidido prescindir de unos auxiliares cuyos servicios no requerían: "Hormigas, me defienden con una cerca, así que buscaros la vida".

¿Acertaron? Más bien se pasaron de listas. Otra especie de hormiga, a la que antes mantenía a raya la primera, se instaló entre sus ramas. La nueva no precisaba espinas huecas y podía vivir sin néctar. Es más, construía sus hormigueros en los orificios abiertos en la madera por las larvas de unos escarabajos xilófagos muy destructivos, y por la cuenta que le tiene facilitaba el ataque de esos escarabajos. En consecuencia, donde las hormigas agresivas faltaron, las acacias crecieron menos y sobrevivieron peor, porque perforaban sus ramas más escarabajos. Quieren una moraleja para esta fábula? No las hay en la naturaleza, pero podríamos distorsionar un dicho popular afirmando que no hay amigo pequeño. No deberíamos prescindir de ningún apoyo, de ningún cariño, incluso si parece que no lo necesitamos. Un día u otro nos hará falta.

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