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Sexo en el espacio

INCREÍBLE, PERO CIENCIA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Imagine que es uno de esos astronautas agraciados con pasar un año en la Estación Espacial Internacional. A medida que se acerca el día del lanzamiento, pequeñas nubes grises se abren camino en su cerebro. No sólo va a pasar un año entero con la deliciosa comida de astronauta, oliendo todo el día a gimnasio –la purificación del aire no es muy perfecta– y con las gotitas de sudor de sus compañeros flotando por toda la estación. También va a pasar un año sin sexo. Sí, ya ha pasado por algo parecido en sus tiempos de sequía, pero al menos le quedaba la intimidad del baño. En órbita... ni eso.

En 1998, un estudio de la Agencia Europea del Espacio mostró que el nivel de testosterona se reducía en el espacio, lo que no es malo, si se quiere mantener el celibato espacial. Según los rusos, los astronautas están tan motivados profesionalmente que, literalmente, se olvidan del sexo. Y de usar muñecas hinchables, ni hablar. Al parecer, las expediciones prolongadas a la Antártida con estas plásticas compañeras acabaron dando problemas, hubo quienes acabaron prefiriéndolas a sus parejas reales. Pero las dos cosas que más afectan a los astronautas son la ausencia de sexo y la nostalgia por sus seres queridos.

Con la llegada del turismo espacial las cosas no serán así. Imagine una luna de miel en órbita... Hasta hay una compañía, la California Space Hotel Island Group, que pretende montar un puticlub espacial dentro de pocos años a 24.000 dólares el viaje. Ya sea si sube con su pareja o si se va a echar una cana al aire, recuerde las leyes de Newton: el más mínimo roce, la menor caricia, mandará al otro lado de la habitación a su pareja. Así que más vale que la habitación esté acolchada.

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