Otras miradas

Sin Pedro hace mucho frío

Carlos Fernández Barbudo

Varios monitores de televisión, en una tienda de electrodomésticos en El Masnou (Barcelona), emiten la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la que anuncia su intención de mantenerse en el cargo, tras varios días de reflexión. REUTERS/Albert Gea
Varios monitores de televisión, en una tienda de electrodomésticos en El Masnou (Barcelona), emiten la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la que anuncia su intención de mantenerse en el cargo, tras varios días de reflexión. REUTERS/Albert Gea

Tras cinco días de recogimiento, el presidente del Gobierno retomó su actividad pública para anunciar su no dimisión. Este anuncio fue acompañado de la publicación de una encuesta flash por parte del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Huelga decir que el estudio vino acompañado de polémica, algo ya desgraciadamente habitual, aunque esta vez por motivos aparentemente más aburridos: el modo de formular las preguntas.

El trabajo de investigación exprés tenía por objetivo recoger la opinión de la población sobre el periodo de reflexión de Pedro Sánchez. Sin embargo, la veracidad de sus conclusiones fue cuestionada por los sesgos del trabajo a la hora de preguntar por la misiva del presidente, el lenguaje empleado para conocer el grado de apoyo social o el orden poco estructurado de la encuesta; pero la mayoría de analistas pasaron por alto una lectura del estudio en clave distinta. El estudio flash se puede interpretar como un intento por medir el rendimiento electoral del marco discursivo que empleó Pedro Sánchez ese mismo lunes y, desde este punto de vista, los sesgos introducidos por las preguntas buscarían predisponer al encuestado para estudiar su comportamiento electoral. Las personas somos muy influenciables y el diseño de un cuestionario puede alterar cómo respondemos: las palabras que se utilizan en una pregunta pueden orientar el pensamiento del encuestado hacia un tema o despertarle emociones que se medirán más tarde. Digamos que podemos introducir ideologemas o argumentos que nos gustaría probar para ver cómo reacciona al encuestado. El objetivo es sencillo: romper la debida neutralidad de una pregunta para condicionar su respuesta.

De este modo conseguimos medir la reacción de un grupo social en particular, por ejemplo, los votantes de un partido, a un conjunto de argumentos o marco discursivo. Esto no solo permite a las personas responsables del argumentario y la redacción de discursos hacer mejor su trabajo, sino que nos permite anticipar cuáles pueden ser las consecuencias electorales de un giro discursivo. Por ejemplo: presentar a Pedro Sánchez como una víctima de lawfare para entender el grado de aprobación que esta perspectiva despierta. Y a este respecto, los datos de la encuesta no traen buenas noticias para Sumar.

Buenas noticias para el PSOE y malas para Sumar

Los datos de la encuesta del CIS dibujan un panorama sombrío para Sumar, cuyo declive beneficiaría al PSOE, aunque con matices. En primer lugar, el eje sociodemográfico al que más interpela este marco discursivo puede ser decisivo: las mujeres y las personas más jóvenes. Sabíamos que el voto de la derecha radical se estaba masculinizando, pero por el contrario no estábamos viendo casi indicios de que el voto progresista se estuviera feminizando, algo que sería deseable para contrarrestar la masculinización del adversario. Hasta ahora. Si observamos cómo se distribuye el rechazo a la posición de Sánchez por género, destaca que hay casi 8 puntos de diferencia entre hombres y mujeres. O lo que es lo mismo: las mujeres muestran un menor rechazo a las razones del presidente para ausentarse cinco días de la vida pública. Y si lo miramos en términos positivos, es decir, buscamos a quienes explícitamente le dan la razón a Sánchez, nos encontramos con que son las personas más jóvenes (18 a 24 años) las que destacan por encima del resto: casi uno de cada dos jóvenes cree que tiene razón. Y esto le da una ventaja fundamental al presidente, ya que los dos principales vectores de movilización progresista, las mujeres y la juventud, tienden a alinearse con él.

En segundo lugar, analizando el comportamiento por espacios electorales, se puede afirmar que estamos ante un dispositivo muy eficiente para generar nuevos adeptos al presidente. El modo en que Sánchez ha socializado su dolor personal y político tiene un potencial electoral importante, sobre todo de cara a ampliar su base electoral. De este modo, al observar la reacción del electorado de Sumar, lo primero que nos llama la atención es que más del 80% apoya la actitud del presidente. Un dato altísimo que supera al del electorado socialista: entre quienes votaron al PSOE el apoyo al presidente está en torno al 70%. Una diferencia que aumenta hasta los casi 14 puntos si cambiamos la formulación de la pregunta y tratamos de medir el grado de empatía con los motivos de Sánchez. Este es un dato especialmente importante porque dibuja un electorado de Sumar más sanchista que el propio electorado socialista. Ya en el barómetro de marzo uno de cada cuatro votantes de Sumar prefería a Pedro Sánchez (antes que a Yolanda Díaz) como presidente de Gobierno y los eventos de la semana pasada podrían haber ensanchado el trasvase.

En tercer lugar, lo más importante: cómo afecta todo esto a que el votante cambie su papeleta. A este respecto Sumar arrastra una tendencia bastante negativa, ya que en lo que va de año su fuga de votantes hacia el PSOE no ha parado de aumentar. En febrero, algo más de la mitad del electorado de Sumar habría repetido papeleta y solo en torno al 7% se habría ido al PSOE. En marzo el dato de retención de votantes de Sumar ya se situó por debajo del 50% y la fuga de voto hacia el PSOE casi se duplicó; esta tendencia no hizo más que reforzarse en abril, y si bien la fidelidad se mantuvo estable, el barómetro mensual recogió que la transferencia de voto desde Sumar al PSOE superaba ya el 15%. La encuesta flash no solo confirma esta tendencia sino que dibuja un escenario en el que la fuga de votantes podría aumentar significativamente: al ser preguntados explícitamente por si volverían a votar a esta formación o preferirían coger otra papeleta, casi cuatro de cada diez votantes de Sumar afirman que cambiarían su voto; comparado con el resto de los partidos, la coalición de Díaz es la que peor dato obtiene. Si miramos cómo se moverían sus votos en esta situación de excepción dibujada por el CIS, el primer dato a destacar es que solo cerca del 40% del electorado de Sumar estaría seguro de repetir voto; mientras que la fuga de papeletas hacia el PSOE podría superar el 15%.

A pesar del escenario preocupante que se dibuja para Sumar, conviene poner los datos en perspectiva y matizarlos adecuadamente. No hay que olvidar que la encuesta que estamos comentando fue realizada en un momento dominado por un clima político muy particular. La misiva del presidente a la ciudadanía cogió a todos los actores políticos de improviso y fomentó una actitud de zozobra entre el electorado progresista. Mucha gente pensó que el Gobierno actual llegaba a su fin y que sería sustituido por una coalición de PP y Vox. Además, este desconcierto no fue impugnado por los partidos a la izquierda del PSOE, que únicamente pudieron ensayar un tímido ‘salvemos la democracia’ que parecía ir más a rebufo del aparato socialista que partir de una posición propia.

En definitiva, la semana pasada se dio una combinación perfecta para que el electorado progresista buscase refugio en un liderazgo reconocible. La mala noticia para los espacios políticos a la izquierda del PSOE es que todo hace indicar que sin Pedro hace mucho frío y que el presidente está ensayando, con éxito, recetas para concentrar el voto en torno a su figura. ¿Acabará siendo el electorado progresista más sanchista de lo que le gustaría reconocer?

Más Noticias