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El beso de Occam

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

 * Escritor y matemático

En la primera mitad del siglo XIV, el monje franciscano Guillermo de Ockham (u Occam), excomulgado por su oposición al papa Juan XXII y precursor de la Reforma, revolucionó la teología y la filosofía de su tiempo con su refutación del idealismo dominante, que se resume en su famosa "navaja" o principio de parsimonia: Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. No hay por qué suponer la existencia de más cosas de las necesarias. O lo que es lo mismo: Pluralitas non est ponenda sine necessítate. No hay que postular de forma gratuita una pluralidad de entidades. En consecuencia, las explicaciones más sencillas son las más probables. Si oigo un ruido de cascos en una ciudad europea -dice el ejemplo clásico-, lo más razonable es suponer que se trata de un caballo y no de una cebra.

 Parece ser que el insólito apelativo de "navaja" dado al principio de Occam a partir del siglo XVI se debe a que, con su propugnación de la simplicidad, le afeitó las barbas a Platón, oponiendo a su idealismo un nominalismo que reduce el mundo de las ideas a poco más que las palabras que las designan. En cualquier caso, el principio de parsimonia (o de economía del pensamiento) es un instrumento que desbroza, que separa lo superfluo de lo esencial, por lo que el término "navaja" no resulta inadecuado. Pero, como todo instrumento cortante, la navaja de Occam se ha de manejar con cautela. La explicación más sencilla no siempre es la verdadera, y los casos en los que no lo es suelen ser especialmente interesantes. Además, no hay que olvidar que tendemos a considerar "sencillo" lo que más fácilmente encaja con nuestras ideas preconcebidas. Los creacionistas, por ejemplo, alegan que la navaja de Occam confirma sus tesis, ya que, según ellos, el acto creador de un Dios omnipotente es una explicación más simple que el evolucionismo.

La influencia del "venerable principiante", como se conocía a Occam (pues a causa de sus audaces ideas nunca se le concedió el título de doctor), en el desarrollo de la filosofía y de la ciencia (y también en campos como la economía o la lingüística) ha sido enorme, y su fecunda navaja tiene incluso vástagos informáticos, como el "principio KISS": Keep It Small and Simple (Mantenlo pequeño y sencillo), o, según otra versión, Keep It Simple, Stupid: una invitación a la sencillez frente a la innecesaria complejidad de muchos productos y aplicaciones de la informática. No hay más que visitar ciertos portales y páginas web para darse cuenta de cuánta belleza dormida necesita urgentemente ser espabilada por el beso de Occam.

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