La Semana de la Movilidad 2022 nos recuerda una tendencia imparable en todas las ciudades del mundo: reducir el tráfico de coches y aumentar el trasiego peatonal. Dentro de pocos años las ciudades, o al menos sus áreas centrales, serán enormes zonas peatonales donde los automóviles asomarán la nariz con timidez. Para saber cómo funcionará un paisaje urbano con esta premisa, nada mejor que investigar la interacción entre los coches y los viandantes en las zonas peatonales ya existentes. En principio se pueden establecer cuatro categorías:
• El conductor que hace caso omiso de las indicaciones y del mundo en general y lanza su bólido a toda velocidad para cruzar la calle peatonal. Son muy pocos casos, y cada vez menos. Esta conducta implica un riesgo claro de catástrofe.
• El conductor que intenta intimidar a los peatones, avanzando a marcha media con la esperanza de que los caminantes se paren o se aparten. No implica una catástrofe como la interacción anterior, pero sí es una conducta incívica. A veces tienen que frenar bruscamente cuando algún peatón despistado hace caso omiso de su avance.
• El conductor que, al llegar a la zona peatonal, reduce la velocidad al paso (unos 4 kilómetros por hora). Si no hay nadie delante, continúa tranquilamente. Si hay peatones delante, "negocia" con ellos. Muchos le dan paso cortésmente.
• Hay otro caso, tan raro como el primero de arriba: zonas peatonales de circulación tan densa que el desdichado conductor no se atreve ni a meter el morro. En este caso es conveniente la conducta cívica de hacer un pasillo para que cruce el coche.
Imagen de la Semana Europea de la Movilidad 2022
Cruzar en coche una calle o una zona peatonal no muy grande puede ser llevadero, pero si se hace extensa puede ser un auténtico quebradero de cabeza. Y estas zonas cada vez van a ser más amplias, al mismo tiempo que la velocidad permitida a los coches, en la ciudad, cada vez va a ser más reducida. Ahora la mínima es de 20 km/h (en calles estrechas), pero pronto veremos señales que indicarán 10 o incluso 5 km/h en amplias zonas de la ciudad. Eso equivaldrá a hacerlas peatonales, sin necesidad de ninguna obra costosa.
La consecuencia lógica es que el coche se usará fuera de la ciudad, donde podrá moverse todavía tal vez a 80 km/h (también hay una tendencia a reducir la velocidad de los automóviles en carretera). Con las ridículas velocidades permitidas en la ciudad, usar el coche en su interior no tendrá sentido, dando paso no solo a más calles peatonales, sino a un mayor despliegue de medios de transporte público más eficientes e interconectados. Las consecuencias serán un aire limpio, mucho menos ruido y muchísimos menos accidentes.
Imagen: "Reclaiming city streets for people: Chaos or quality of life?" European Commission / Directorate-General for the Environment.
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