El ascensor que no quiere abrirse

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Valentina y Guianella van al colegio. Fotografía: Sara Ortega

Sara Ortega (@Sarortegap) / por Causa

Así es la vuelta al cole de Valentina, una niña de seis años y de familia migrante

Son las 7:30 de la mañana y el hogar de la familia Escate Rodríguez ya está a pleno rendimiento. Valentina, de seis años, se prepara para su tercer día de colegio. Una amiga de la familia es la encargada de cuidarla, despertarla y servirle el desayuno. Es una suerte, porque los padres de Valentina trabajan mucho. Su madre, Kelly, se fue a las cinco de la mañana a ensamblar televisores, uno de los pocos empleos que conserva tras la pandemia. Su padre, Diego, no volverá hasta el fin de semana, porque está las 24 horas cuidando a un señor anciano. Hace una mañana fresca en Coslada (Madrid) y eso hace más difícil madrugar.

Llega la hora de vestirse y darse prisa. Guianella, la joven cuidadora de 21 años, le ayuda a ponerse un chándal gris claro. No es de marca y tampoco es nuevo, como el de algunos de sus compañeros, pero tiene detalles rosas, que es su color favorito. Valentina sabe que Guianella también quiere estudiar algún día, pero antes tiene que resolver la burocracia de Extranjería (ella está en situación irregular), y el sistema está ahora más saturado que nunca. El rito matutino culmina cuando Guianella termina de peinarle dos coletas mientras la pequeña ve Masha y el Oso, en inglés. Valentina prefiere Pepa Pig, pero la cuidadora se esfuerza para que aprenda idiomas. Ya están listas para ir al cole.

Al salir, surge un traspiés: el ascensor las deja encerradas. Valentina aprovecha para poner en acción su mundo interior y empieza a representar papeles. Rápidamente se convierte en una niña muy fuerte y toma la misión de arreglar el entuerto para salir de "esta chatarra". La pequeña vive feliz, ajena a las dificultades que enfrentan en casa para que la familia salga adelante. En parte, ahí reside el esfuerzo de sus padres: saben que la educación es el único ascensor social que permitirá que Valentina viva una vida mejor, con más oportunidades. Valentina no logra abrir el ascensor, pero se siente bien porque al menos lo ha intentado. El técnico llega 25 minutos más tarde.

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Valentina y su madre Kelly en Casa. Fotografía: Sara Ortega

Valentina tiene muchos amigos y está en una edad en la que todavía todos se ven iguales. No se percata de que muchos sí estrenan zapatos y ropa. Son todavía muy inocentes para comprender las diferencias que hay entre las vacaciones de unos y otros. Mientras estudia y aprende, su cuidadora limpia la casa. A mediodía debe volver a recogerla. Los gritos y la adrenalina por salir del colegio son sonoros, llenan la salida de la escuela. Pero los niños no se apelotonan ni corren libres por el patio que está cerca de la puerta. Esperan en fila, obedientes, con medio rostro tapado y supervisados por el tutor de turno. Empero, los nervios se palpan en el ambiente.

Volver al colegio con la nueva medida de distanciamiento social es complicado para Valentina y para muchos niños. Ella no presta especial atención cuando su mascarilla rosa deja al descubierto su nariz. Ve la tela que tapa su rostro y el de los demás niños como la puerta del ascensor que no quiere abrirse. "Samuel podría ser un dinosaurio con esa mascarilla", comenta sobre el aspecto de un amigo. Hay tapabocas peculiares.

De vuelta a casa de la mano de Gianella, Valentina camina más ligera que de costumbre porque lleva la mochila vacía. Todavía no tiene los libros de este año. Sus padres están preocupados porque no saben si aceptarán su solicitud en el programa ACCEDE de la Comunidad de Madrid, que facilita libros usados a familias con dificultades para comprarlos (y que después deben devolver en perfecto estado).

La familia Escate Rodríguez está tratando de conseguir el arraigo familiar, pero la pandemia lo puso todo patas arriba y los trámites están prácticamente parados. Pese a la incertidumbre, la niña tiene muchos amigos. "Valentina está muy avanzada", explica su madre, inquieta por la posibilidad de que tengan que volver a Perú, donde cree que su educación sería peor. La tarde cae en Madrid y el calor amaina. Quizá madre e hija salgan a dar un paseo.

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