Alba Solla (@AlbaSolla)
- Crecer lejos de su tierra han marcado la vida de Moha. O Porriño, ese pueblo de Galicia que lo acogió hace más de 20 años, se ha convertido ya en su hogar.
- "Yo tengo mi país y quiero que en el pasaporte ponga que soy saharaui, no quiero mentir"
Dicen los boleros mexicanos que la distancia hace el olvido, pero las historias de inmigración suelen demostrar lo contrario. Tras más de veinte años viviendo en Galicia, Moha recuerda constantemente la tierra a la que pertenece y que, sin embargo, nunca ha podido ver. Nació en los campamentos de refugiados saharauis de Argelia porque Marruecos invadió su país, una situación que no le ha impedido conocer cada detalle de la historia de su pueblo y compartir con ellos un deseo único: la independencia del Sáhara Occidental. No obstante, a veces reconoce que la causa saharaui se le antoja imposible y la esperanza que su padre también tuvo en 1975, le abandona. "Ahora él está en una tumba en mitad del desierto", comenta con pesar, aunque la idea de ver su tierra liberada siempre resiste en su cabeza.
Esta lucha por la independencia se remonta casi medio siglo. En 1975, una inestable España, potencia colonizadora del Sáhara Occidental, se vio presionada por la Marcha Verde marroquí en los territorios saharauis y, por medio de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, la región fue entregada a Marruecos y Mauritania. Comenzó así una cruenta guerra contra el Frente Polisario, brazo político de la recién autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, que se prolongará hasta 1988. Miles de saharauis huyeron del conflicto y la ocupación de lo que hasta ese momento había sido su hogar para iniciar una nueva vida como refugiados en los campamentos de Argelia. Desde entonces, miles de saharauis sobreviven en un pequeño trozo de desierto con pequeñas jaimas y casas de barro por toda decoración. "Me acuerdo de estar allí de pequeño y beber agua salada sacada de la tierra", rememora Moha.
Su historia es una experiencia migratoria con final feliz. De personalidad optimista, se deshace en elogios hacia su entorno y, aunque reconoce sonriendo no ser amante de su tradicional clima lluvioso, Galicia se ha convertido en su hogar. "Llevo con los mismos amigos desde el colegio y cada día conozco gente nueva que, al ver que yo me abro, no dudan en abrirse también". No obstante, como persona inmigrante africana, también ha sufrido las consecuencias de políticas migratorias restrictivas que eternizan los procesos de obtención de la nacionalidad o de episodios de racismo que lo entristecen profundamente. "No entiendo por qué Europa considera a los africanos una raza inferior. Incluso estando en nuestro propio país nos sentimos inferiores a vosotros", manifiesta indignado. Sin embargo, los años han calmado su impulsividad adolescente y ha aprendido a gestionar la rabia ante estas situaciones, combatiendo los prejuicios racistas por medio de su propia experiencia de vida.
Tras finalizar la educación secundaria, las necesidades económicas le impidieron continuar estudiando. Por medio de pequeños empleos temporales comenzó a ganar algo de dinero que enviaba a su familia. Gracias a ello, hoy en día sus hermanas son graduadas universitarias y ya piensa en la forma de traerlas a España para que puedan ejercer profesionalmente. En su tierra ya no quedan oportunidades para los jóvenes. "La juventud está agotada de esperar, no quiere verse toda la vida ahí [en los campamentos de refugiados de Argelia], por eso le pide al Frente Polisario que retome las armas", sentencia con firmeza mientras su mente vuelve al conflicto saharaui, tema del que es incapaz de olvidarse a más de 1.000 kilómetros de distancia. "¿Vamos a estar así toda la vida?", pregunta retóricamente, esperando que pronto la respuesta sea un contundente ‘no’.
La reciente ruptura marroquí del acuerdo de alto el fuego que, en 1991, detuvo la guerra con el Sáhara Occidental, ha reavivado la tensión entre las partes. A su vez, Donald Trump invirtió sus últimos días al frente de los Estados Unidos reconociendo la soberanía de Marruecos sobre los territorios saharauis (en un comunicado que la web de la Casa Blanca ya ha borrado), generando una situación que inquieta e indigna a Moha a partes iguales. "El Sáhara es de los saharauis, les guste o no. Siempre será así". La ligera esperanza depositada en la llegada de Biden a la Casa Blanca se entremezcla con la impaciencia que le genera la inacción del Frente Polisario, sosteniendo que "las tierras se conquistan con guerra y más cuando un país lleva 46 años como refugiado". Al tiempo que habla, no puede evitar pensar en cómo España tiene gran responsabilidad en este conflicto y confiesa sentirse decepcionado con el gobierno de coalición actual por su inacción frente a la causa saharaui. "Pablo Iglesias, antes de ser vicepresidente, prometió que si algún día llegaba al Gobierno nos ayudaría con el referéndum. ¿Y ahora qué? Se olvidó de nosotros", comenta decepcionado.
Entrado ya en la treintena y con una vida estable en Galicia, Moha ya no busca culpables, únicamente soluciones. Su mayor deseo es evitar que otros niños pasen por una experiencia como la suya que, aun teniendo un final feliz, es una historia más de familias separadas. Mantiene que "la emigración no se la deseo a nadie porque es dura, es dejarlo todo" pero, como demuestra en su día a día, jamás ha olvidado sus raíces. Se siente orgulloso de su origen africano y, sobre todo, saharaui, por lo que siempre se ha negado a solicitar la apatridia. Tal condición puede ser reclamada por aquellos saharauis procedentes de los campamentos de refugiados de Argelia que, al no ser reconocidos por España como ciudadanos de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), rechazan ser considerados marroquíes o argelinos. "Yo tengo mi país y quiero que en el pasaporte ponga que soy saharaui, no quiero mentir", repite con convicción. Aunque la documentación todavía muestra una procedencia argelina que no es la suya, sus apellidos reflejan la realidad. "Soy Mohamed Salem Khatari Mouloud y, aunque hay niños que cuando son acogidos cambian sus apellidos, yo nunca renuncié a ellos", proclama orgulloso.
Nacer siendo refugiado y crecer lejos de su tierra han marcado la vida de Moha. O Porriño, ese pueblo de Galicia que lo acogió hace más de 20 años, se ha convertido ya en su hogar. Sin embargo, su mente continúa viajando constantemente a aquel Sáhara Occidental libre con el que todavía sueña a miles de kilómetros. La distancia no siempre hace el olvido.
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