Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)
- La periodista mexicana desmonta la percepción de que con Trump hubo grandes cambios en materia de migraciones: "No movió ni una letra a la legislación migratoria"
- "Lo que hizo Trump fue obligar a los estadounidenses a mirarse al espejo y decir 'no somos el país democrático de puertas abiertas que hemos dicho toda la vida'"
Si hay algo que permanecerá asociado al mandato de Donald Trump es su obsesión por el muro fronterizo con México. Los cuatro años en los que el republicano estuvo en la Casa Blanca se caracterizaron por un discurso profundamente antimigratorio que criminalizaba a mexicanos, centroamericanos, musulmanes y prácticamente a todo el que pretendiera poner un pie en Estados Unidos. Y aunque es cierto que en cuestiones migratorias habló más de lo que finalmente pudo hacer, lo que hizo fue extremadamente doloroso para miles de personas y familias.
Ahora, con Joe Biden como presidente, surge la esperanza de deshacer el legado de Trump en materia de migración. El demócrata se ha apresurado a asegurar que así será y de hecho, ya ha presentado en el Congreso su ambiciosa reforma migratoria —la más grande desde 1986—, que busca conceder la ciudadanía a los once millones de personas que viven en el país en situación administrativa irregular. Además, ha dado la orden de pausar las deportaciones, blindar el programa DACA que protege a los llamados dreamers (soñadores), levantar el veto impuesto por Trump a once países de mayoría musulmana, suspender el protocolo que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar audiencia en México en lugar de en Estados Unidos, crear un grupo de trabajo para conseguir reunir a los cerca de 600 niños que fueron separados de sus padres tras cruzar la frontera sur entre 2017 y 2018, y, por supuesto, detener la construcción del muro.
¿Está justificado el optimismo teniendo en cuenta que cumplir todo esto podría llevar meses en el mejor de los casos y que la prioridad ahora es resolver la crisis de la COVID-19 y reflotar la economía? Hablamos con la periodista y escritora mexicana Eileen Truax, experta en migración, política y relaciones México-Estados Unidos, y autora, entre otros libros, de Dreamers (Océano, 2013; Beacon Press, 2015), Mexicanos al grito de Trump (Planeta, 2017; Beacon Press, 2018) y El muro que ya existe (Verso, 2018; HarperCollins, 2020). Nos atiende desde su casa en Estados Unidos, donde vive y trabaja desde 2004.
Biden calificó las políticas de migración de Trump como "inhumanas y basadas en el miedo". ¿Está de acuerdo?
Existe la percepción de que con Trump cambiaron muchísimas cosas en materia migratoria, pero Trump realmente no hizo mucho. De hecho, casi nada en comparación a todo lo que dijo que haría. El 80% de lo relativo a migración durante su administración es discurso. Todas las cosas con mayor impacto que quería hacer se las pararon el Congreso o los tribunales. Lo que pasa es que las cosas que cambiaron lo hicieron de una manera muy cruel y mediática. La era Trump ha sido devastadora, pero ya lo era antes.
¿Qué quiere decir?
Trump no movió ni una letra a la legislación migratoria. Todo lo que hizo fue a partir de modificar y ajustar reglamentos de las agencias de gobierno. Es lo que pasó, por ejemplo, en el asunto de la separación de padres e hijos en la frontera. Las leyes de migración no han sufrido ningún cambio importante desde 1986, cuando gobernaba la administración de Ronald Reagan. Trump apretó muchísimo la tuerca, sí, pero Estados Unidos sigue operando exactamente en el mismo marco migratorio en el que operaron Obama, Clinton y los Bush.
¿Por qué se tiene entonces esa sensación de que las cosas empeoraron aún más de lo que realmente lo hicieron?
Porque por primera vez el mundo descubrió lo que pasa en Estados Unidos. Incluso Estados Unidos descubrió lo que pasa en Estados Unidos. Gracias a ese discurso, lo digo entre comillas, tan radical e histriónico que pretendía revertir los derechos civiles por los cuales ha trabajado esta sociedad durante décadas, ahora se ve. Trump obligó a los estadounidenses a mirarse al espejo y decir "no somos el país democrático de puertas abiertas que hemos dicho toda la vida". Estamos matando personas afroamericanas, estamos separando niños de sus padres en la frontera, estamos dejando del lado mexicano a solicitantes de asilo a que pasen ahí meses a la intemperie... Salvo esto último, que eso sí que no pasaba antes, y que es responsabilidad del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no de Trump, todo venía pasando. No quiero decir de ninguna manera que lo que ocurrió en términos de migración no fue terrible. Por supuesto. Fueron cuatro años de terror, pero los cuatro previos también y los cuatro anteriores también.
¿Entonces no tiene sentido pensar que la política migratoria estadounidense va a dar un vuelco?
Biden tiene exactamente el mismo aparato, el mismo sistema. Además, fue la segunda persona en autoridad durante el gobierno que deportó más personas: el de Obama. Me sorprende mucho que la gente crea que va a haber muchos cambios en migración y que ahora vamos a estar bien. Nunca hemos estado bien. Esta es una sociedad que ha utilizado a los migrantes y a las personas no blancas como moneda de cambio para sus fines económicos, políticos y partidistas. La diferencia es que con Trump se vio. Y a mí lo que me preocupa es que la mirada internacional ahora deje de estar aquí, porque ya se fue. Mientras no cambiemos el sistema, no importa quién llegue. Las cosas van a seguir pasando. No hay que bajar la guardia solo porque se haya ido Trump.
¿Ve algo positivo en la llegada de Biden?
No es Trump. Eso es positivo. No estamos avanzando hacia un escenario peor, que era lo que pasó en los últimos cuatro años. Parar el retroceso ya fue un avance. El país entero ha respirado. Pero yo alerto mucho sobre el peligro de creer que ahora sí vamos a estar bien. De Trump a Biden es un giro de 360 grados porque justamente lo que estamos haciendo es volver al punto de inicio donde estábamos antes de Trump. ¿A eso lo llamamos estar bien?
¿Sus compromisos y anuncios tienen algo de esperanzador?
Es esperanzador que se esté hablando de regularización, de derechos humanos, de reunir a los niños con sus papás, de trabajar con los Gobiernos de los países expulsores... Pero hasta que todas estas propuestas no pasen por el Congreso, solo son una carta de intenciones. Igual que con Obama. Biden tiene mayoría en la Cámara de Representantes, pero en el Senado tiene mayoría simple, lo que significa que va a necesitar negociar. Y las negociaciones van a ser muy arduas, porque lo urgente ahora es, uno, aprobar un plan de emergencia por COVID que dé sustento económico inmediato a las familias y que acelere la distribución de la vacuna; dos, reactivar la economía; y tres, atender asuntos pendientes como la reforma sanitaria, la reforma educativa o el problema de la violencia policial, además de reparar relaciones con la Unión Europea. Yo creo que vamos a tardar un rato en ajustarnos. No solo en migración, sino en todos los sentidos. Al equipo de Biden le va a costar trabajo limpiar la casa.
¿Cuál cree que debería ser la prioridad en cuestiones migratorias?
Para mí lo más importante después de regularizar a quienes ya están aquí es solucionar el asunto del tráfico humano. No queremos más personas que intenten entrar sin permiso, porque eso significa muerte, pero la gente sigue teniendo que salir de sus países. Entonces, ahí es donde tenemos que hacer un ajuste, pero ese ajuste tiene que ser internacional y debería ir acompañado de un reconocimiento por parte de Estados Unidos de su papel en la generación de violencia y pobreza en América Latina en general y en Centroamérica en particular. Y lamentablemente ni veo que haya ganas en la región ni veo muy cercano que Estados Unidos reconozca nada. Aparte de eso, creo que en lo que tenemos que empezar a trabajar a largo plazo es en cambiar el sistema en el que opera el país en términos de legislación de migración, asilo y política internacional.
¿Por dónde se puede comenzar?
Estamos en el camino. No creo que lo veamos claramente en los próximos cuatro u ocho años. Nos va a tomar una generación. Pero esa generación ya está llegando a sus lugares. Ahí está, por ejemplo, Alexandria Ocasio-Cortez. Lo vemos en la composición del Congreso en los últimos años, con mayor diversidad, con congresistas más jóvenes que están cuestionando todo el tiempo al Partido Demócrata, aunque se hayan postulado por él... Y lo vemos también en el hecho de que Kamala Harris haya llegado como vicepresidenta con todo lo que representa. Yo soy optimista. Se está construyendo una generación que entiende la política de una manera distinta. A mí me parece que si eso ocurre se empiezan a crear avenidas en las cuales todas las personas puedan tener una participación ciudadana sin que su ciudadanía esté vinculada con un documento, sino que sea reconocida en función de dónde vives, trabajas y están tus afectos. Ese tendría que ser el concepto de ciudadanía.
Comentarios
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