Hace ya seis meses que empezó la guerra de Ucrania. Como era de esperar el verano ha cubierto las mentes con un manto de olvido, necesario y legítimo, y de los de grandes titulares y la movilización social apenas quedan pinceladas difusas. Algunas grandes ONGs se cuelan en nuestras redes sociales con anuncios pagados pidiendo dinero para seguir ayudando, dicen. La gallina de los huevos de oro quizás de un poco más de sí antes de que empiece, lo que la narrativa de la agenda publica pronostica que será, un muy duro inverno. Ya toca convertir el sufrimiento de otros en el propio y la guerra ahora ha mutado convenientemente en la crisis energética, que parece que viene caída del cielo. De la emergencia humanitaria a la crisis climática, el Apocalipsis no puede parar y nosotras parece que no podemos hacer nada para evitarlo salvo apretar los dientes.
Sin embargo hay brotes verdes. Una enorme campaña global, liderada por mujeres, reivindica el derecho y la necesidad de bailar y cantar para afrontar este horror que nos ofrecen grandes medios de comunicación, grandes ONGs y, partidos políticos, todos ellos arcaicos y envejecidos. Tras los ataques a Sanna Marin y el debate que se ha creado entorno a ellos, son cientos de miles las mujeres que se han retratado en sus redes sociales moviendo su cuerpo serrano.
As Ann Richards said, "Ginger Rogers did everything that Fred Astaire did. She just did it backwards and in high heels."
Here's me in Cartagena while I was there for a meeting as Secretary of State.
Keep dancing, @marinsanna. pic.twitter.com/btAtUFOcNV
— Hillary Clinton (@HillaryClinton) August 28, 2022
No es que el baile vaya a solucionar las diversas crisis, que estar, están, pero sí es cierto que es imposible afrontarlas desde la individualidad y la desesperanza. Y la música y el baile son herramientas casi indispensables para generar comunidad. En este sentido la música es uno de los elementos más universales que existen, y más diversos.
Las músicas actuales reúnen influencias de decenas de civilizaciones y culturas. Es muy gracioso como el nacionalismo y la xenofobia se retratan ridículos cuando lo miramos desde una perspectiva músical. Algunos ejemplos. La nueva canción mas escuchada del mundo está compuesta por un señor canario y un DJ argentino, y es un trap, que es un género que deriva del rap, creado en el Bronx por las comunidades afrodescendientes estadounidenses ¡Vaya mezcla! Otra buena, nuestro adorado cajón flamenco, indispensable en cualquier tablao que se precie, es un instrumento de origen peruano que fue recuperado por Paco de Lucia en los años setenta. Proviene de una cultura ancestral pero en absoluto española, sino africana e indígena. Una más y acabo. El Dabka es un baile tradicional en países como Siria, Libano, Jordania o Palestina, pero poca gente sabe que su origen se sitúa en Levante e Ibiza. Pues sí, los fenicios hacían casas con techos y suelos de barro, que compactaban uniendo a toda la comunidad para pegar a lo unísono golpes rítmicos con las piernas, lo que dio lugar al Dabka.
La música y el baile son todo menos banales o prescindibles. Siria lleva diez años inmersa en una guerra ya olvidada, y muchas de las personas que siguen ahí o están refugiadas en otras partes del mundo sobreviven emocionalmente gracias al Dabka. En Palestina el Dabka se usa para hacer resistencia pacífica. La guerra de Ucrania, que va el camino de convertirse en otro olvido mas, está plagada de historias de música, desde el pianista que situó con su piano en la frontera con Polonia para recibir a los refugiados hasta la canción de "Las Grullas" compuesta por el músico ucraniano Yuri en marzo de 2022.
Volviendo al apocalíptico otoño que se avecina, con elecciones genérales a la vuelta de la esquina, es innegable que vamos a necesitar todas las herramientas posibles para mantenernos fuertes y defender nuestros derechos ya adquiridos, ni un paso atrás, y exigentes para conseguir que se reconozcan los que nos faltan, no podemos conformarnos. Y no se me ocurre mejor modo de hacer todo esto que bailando y cantando, recuperando ese activismo creativo, divertido, generoso y amoroso que tantas cosas buenas ha traído a lo largo de los tiempos. ¡Que vuelvan los flashmobs, las coreografías, los hits populares al puro estilo Calle13 e incluso las canciones de cantautor si hace falta! Vayamos más allá e innovemos con macrofiestas con mensaje al ritmo de la música electrónica. Acabemos con el apocalipsis a base de música y baile. Amén.
Comentarios
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