Marlaska, la curva, retornos y devoluciones

El presidente Pedro Sánchez, junto al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante un encuentro con Mohamed VI (Noviembre de 2018). Foto: Moncloa / Borja Puig de la Bellacasa.
El presidente Pedro Sánchez, junto al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante un encuentro con Mohamed VI (Noviembre de 2018). Foto: Moncloa / Borja Puig de la Bellacasa.

Las palabras importan. Vaya si importan. Por eso el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, utilizó este miércoles en el Congreso una y otra vez el adjetivo "violento" para hablar de lo ocurrido el pasado 24 de junio en la frontera entre Nador y Melilla, cuando decenas de personas –ni siquiera se ha podido aclarar cuántas, cosas de las muertes de cuarta– murieron al intentar saltar la valla fronteriza y acceder a territorio español y europeo. 

Las palabras importan. Vaya si importan. Por eso el ministro, con el mismo ahínco demostrado en la reiteración del adjetivo "violento", evitó utilizar ningún adjetivo calificativo para describir la actuación de las fuerzas de seguridad de Marruecos, "nuestro socio leal", según han informado las distintas crónicas parlamentarias. 

Las palabras importan, ¡vaya si importan! Hiela la sangre escuchar las que pronunció este mismo lunes la subdelegada del Gobierno en Las Palmas, Teresa Mayans, para referirse a los datos de llegadas de personas migrantes a Canarias: "En esta semana hemos revertido la curva y tenemos un 2% menos de migración con respecto al año anterior en esta misma fecha". La curva.

Importan las palabras en una comparecencia señalada en el Congreso, cuando se definen con antelación, se preparan, se deciden cuáles se utilizarán, cuáles no, con qué fin. El maldito relato. Importan cuando se escapan, caprichosas, inoportunas, fruto quizás de la torpeza o de la falta de tiempo o dedicación. Cuando desnudan nuestros marcos de pensamiento. 

No digamos si importan cuando se establece un nombre permanente para una institución, una estrategia o un cargo. El pasado 8 de septiembre, por ejemplo, se celebró la primera reunión en Bruselas de la Red de Alto Nivel para el Retorno (High-Level Network for Return), que estuvo presidida por la finlandesa Mari Juritsch, a la sazón Coordinadora de Retorno de la UE (UE Return Coordinator). 

El Retorno. Con mayúsculas. Pero... ¿El retorno a dónde? ¿El retorno de quién? ¿O será de qué? Esa omisión, esta información incompleta, tal vez no sea inocente. No es tan obvio como para no especificarse. Quizás no se nombre para quede escondido, para que no se note mucho. Para que no sea tan fácil saber qué es lo que se retorna. Las palabras importan hasta cuando no están. 

La cuarta acepción de retornar según la RAE se refiere al verbo bello, intransitivo, musical. A la acción humana: volver (al lugar o a la situación en la que antes se estuvo). Pero aquí no hablamos de poesía (de humanidad sería discutible), sino de mercancías. Aquí hablamos de la primera acepción, transitiva, prosaica: devolver. O de la tercera, forzada: hacer que algo retroceda o vuelva atrás. Algo, en definitiva. 

Así que empiezo a sospechar que con retornos estamos hablando de devoluciones. Parece que se gastó también esta palabra. A veces pasa. Y mira que se eligió con mimo, para no hablar de expulsiones, tan feas. La mala prensa de las ‘devoluciones en caliente’ la ha agotado -dijo un experto en una reunión. A la palabra. Bueno, quedó amortizada. Sirvió. Hay que pasar a otra: retornos. 

Retornos, devoluciones. Elementos, eslabones, palabras que se engarzan una detrás de otra, en una cadena pretendidamente neutra, de la neolengua oficial, burocrática, aséptica, policial, antimigratoria, sutilmente violenta, propia de quien tiene el monopolio de la fuerza y puede ejercerlo desde protocolos, instrucciones o palabras. O desde instituciones con nombre intencionadamente ambiguo. 'Red de alto nivel para echar a más gente y más rápido de aquí' no suena demasiado bien, aunque sea lo que significa. O quizás era sólo demasiado largo. 'Coordinadora de Expulsiones'. No sé, no me convence. Mejor 'retorno'.

Quiero pensar que cuando Teresa Mayans utilizó la expresión "revertir la curva", de indudables connotaciones pandémicas muy recientes aún en nuestro imaginario, no pensó que estaba usando para referirse a las personas que migran el mismo lenguaje que gastamos hasta el agotamiento y la angustia para hablar de los contagios de la covid-19. Quiero pensar que no fue en absoluto consciente de que estaba creando un paralelismo entre migración y epidemia a través de sus palabras. Que determinadas y vergonzantes estructuras conceptuales estaban quedando en evidencia. Pero lo hizo. 

No tengo dudas, en cambio, de que fue absolutamente premeditado el subrayado, la reiteración en el uso del adjetivo "violento" por parte del ministro Marlaska para referirse a la tentativa de salto de la valla fronteriza por parte de centenares de personas que terminó en enfrentamientos, avalanchas y decenas de muertos, todos ellos personas migrantes que intentaban acceder a Europa. 

Porque cuando algo es catalogado de ‘violento’, sociedades como la nuestra están perfectamente programadas para comprender, justificar y defender cualquier acción, respuesta o actuación tomada para aislar, bloquear, neutralizar o eliminar a lo "violento". Como si fuera un virus. 

Las palabras, dichas para decir o para no decir, calladas o repetidas, importan. ¡Vaya si importan!