A finales del año 2017 murieron dos jóvenes en Melilla. Eran menores y por lo tanto ambos estaban tutelados por el gobierno de aquel entonces, que es muy similar al que hay ahora. Según las autoridades y los medios de comunicación los dos murieron por una parada cardiorrespiratoria. Uno de ellos se encontraba recluido en el centro de internamiento Baluarte, y tras una pelea había sido reducido por los guardias de seguridad del centro. Hubo un altercado y una posterior contención, y ¡pam!, el chico se desvaneció. Le dió una parada cardiorrespiratoria. La primera, ya que fue reanimado, trasladado a la UCI y tras 20 días ingresado en coma, murió, como ya sabemos, de parada cardiorrespiratoria.
Días después, justo antes del día de reyes, moría otro joven esta vez en la Purísima, el principal centro de menores acogida de la ciudad. Lo hacía solo en su cama, abandonado por el personal del centro, y por el gobierno de la ciudad. El joven había perdido un pie intentando cruzar a la península en los bajos de un camión y estaba convaleciente. Lo encontraron muerto a las tres de la tarde tras haber sufrido una parada cardiorrespiratoria.
El pasado 15 marzo se cumplieron seis años de la muerte de Mbaye, un mantero senegalés que murió también de parada cardiorrespiratoria. En su caso su muerte se dio tras una persecución policial que acabó provocándole un infarto que derivó en esta parada cardiorrespiratoria.
En el caso de Mbaye si se practicó una autopsia judicial. En los casos anteriores no. Pero mirando informaciones publicadas y estadísticas podemos afirmar que la mayoría de las muertes de personas migrantes que tienen lugar en los centros de acogida o de internamiento se registran por parada cardiorrespiratoria. Quitando los suicidios que son la principal causa de muerte en los centros, el resto de la muertes no incluyen autopsia judicial por considerarse muertes naturales.
El pasado viernes recibí un mensaje de mi admirada Emilia Lozano de Somos Acogida contándome lo de Shad Karim. Hacía semanas que Emilia me comentaba que la situación de los espacio de acogida de la zona norte de Madrid, generalmente dedicados a menores extranjeros no acompañados, estaban empezando a desbordarse con chavales jóvenes mayores de edad llegados de Canarias. "Las condiciones de hacinamiento son indescriptibles.(...) Yo tengo a dos acogidos en mi casa. (...) Pero si en Hortaleza estamos mal en San Fernando de Henares están mucho peor. Los hostales han brotado como champiñones, y las organizaciones que están a cargo, Accem y Cruz Roja, no dan a basto. Las organizaciones pequeñas estamos indignadas y nos estamos uniendo porque es inaceptable que se trate así a la gente. No les dan cita para iniciar sus trámites, el gobierno lo está haciendo fatal. Y lo peor ha sido lo del telediario hoy, dicen que ha muerto de una parada cardiorrespiratoria. Es imposible que la autopsia esté ya disponible, no pueden saber de que ha muerto".
La realidad es que se podría decir que la mayoría de las personas mueren de parada cardiorrespiratoria. Se para el corazón, se para la respiración y se acaba la vida. El tema es qué produce ese paro cardiaco. En el caso de Mamadou Barry, que solo tenía 17 años, posiblemente fueron los golpes que lo dejaron en coma la causa del paro. En el caso de Soufian el abandono fue tan extremo que para mi esa sería la causa de la muerte del joven también de 17 años.
En el caso Shad Karim tendremos que esperar a que se haga pública la autopsia que en este caso sí tendrá lugar por el revuelo que se ha montado. Un revuelo que debería ser lo habitual, cuando una persona muere en condiciones de abandono y maltrato institucional. Un revuelo provocado por una comunidad que no puede más con tanta podredumbre humanitaria, que va desde la Presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez, descendiendo pegajosa hasta la Secretaria de Estado para acabar desbordando en las manos de grandes organizaciones de acogida que aceptan todo lo que se les pide aunque sean incapaces de asegurar las condiciones mínimas de humanidad. Porque, por encima del hacinamiento, de la insalubridad o de la escasez de recursos físicos, está el abandono, el maltrato y la desidia que son responsabilidad directa de los directivos, en este caso de Cruz Roja y de ACCEM. Por cierto que los trabajadores de estas organizaciones se encuentran a su vez en condiciones de extrema precariedad.
La deshumanización de ciertos colectivos solo trae muerte y ruptura social. Nuestro Gobierno podría enfocar la gestión migratoria desde el ángulo de la regularización de las personas migrantes, ya sea desde su salida facilitando vías regulares de entrada, ya sea en su llegada, facilitando los procesos de regularización y asilo. Sin embargo elige enfoques en los que nos obliga a ser cómplices con nuestro impuestos de todo este desastre. Soñando, ojalá el revuelo esta vez tenga consecuencias y los jóvenes migrantes dejen de morir de paradas cardiorrespiratorias. O incluso, sin ser tan ambiciosas, el Gobierno se digne a debatir la regularización extraordinaria. Fantasía.
Comentarios
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