Dentro de poco se cumplirán 13 años del 15M. Proyectándome en esa época seguramente un día como hoy estaba en alguna de las manifestaciones previas que hubo. Agarradas, sonriendo, con esa sensación de que sí podíamos cambiar las cosas. Una de las consignas era "PSOE y PP la misma mierda es". Y es que en aquel momento era así. Había dos partidos que se repartían los votos en un formato de "susto o muerte". Era desazonador. Y nos cansamos mucho y de repente se creó un movimiento comunitario, lleno de amor, apartidista y consciente que dijo "se acabó esta mierda".
Lo que vino después ya lo conocen, pasamos a tener una multiplicidad de partidos y cambios de pesos políticos impensables en plazos muy pequeños. Nos sentimos invencibles y ahora nos sentimos defraudadas de nuevo.
Mirando atrás, los últimos cuatro años saben bastante a aquellos que siguieron a la gran depresión del 2008. La crisis de vivienda ha vuelto y la gente joven, y no tan joven, sigue inmersa en una precariedad habitacional inaceptable. Madrid da miedo en ese sentido, con fondos buitre desalojando edificios llenos de vecinos para convertirlos en Airbnb, alquileres disparados y viviendas cuyo precio de venta ha casi doblado en un par de años. Fuera crispación e impunidad. Países que invaden a otros y no pasa nada. Gobiernos que cometen genocidios y no pasa nada. Políticas migratorias que son responsables de la muerte de cientos de miles de personas cada año y no pasa nada. Y cuando eres una ciudadana de a pie, ese "no pasa nada" resuena en tu alma con una apisonadora emocional. No es aceptable que no pase nada.
El covid fue brutal, tan sumamente desproporcionado todo que se ha borrado del relato colectivo, es como si no hubiera sido. Nos obligaron a encerrarnos en casa, a vacunarnos con algo que no estaba bien testado, a ver morir a nuestros ancianos. Temimos por la vida de todas las personas a las que queríamos, sin entender qué pasaba, sin poder hacer nada. Lo pasamos mal. Ayer en el supermercado del barrio hablando con Benito, uno de los trabajadores, me decía que ahora son todos una piña, "desde el covid que tuvimos que apoyarnos los unos a los otros para sacar el supermercado adelante". Se nos ha olvidado que mientras muchas estuvimos encerradas en casa otras muchas estuvieron currando y jugándose la vida para que todas pudiéramos vivir.
Quizás por todas estas razones, cuando hace un año un grupo de organizaciones se unieron para hacer una campaña para promover una ILP, una iniciativa legislativa popular, para conseguir una regularización extraordinaria de todas las personas sin papeles en España, varios centenares de organizaciones se sumaron al momento. En cinco meses conseguimos recuperar más de 700.000 firmas de personas que creemos que nadie debería estar irregular en nuestro país. Desde luego no niños y niñas, no trabajadores esenciales como son la mayoría de estas personas. 700.000 firmas son los votos que ha sacado el PP en Galicia, más de tres veces los que sacó el PSOE. Junts apenas tiene 392.000 votos en las generales de 2023 y con eso está marcando el ritmo político de nuestro país. Valencia, tercera ciudad más poblada de España, tiene apenas 800.000 habitantes. 700.000 personas, son muchas personas.
Con estas firmas el proyecto de ley ciudadano ha llegado al Congreso. Ahora se tiene que debatir. Sabemos que es muy difícil que salga adelante, pero es un esfuerzo de democracia histórico en nuestro país y en Europa. Es algo de lo que estar patrióticamente orgulloso. Sin embargo, PP y PSOE parece que no opinan lo mismo y pretenden boicotear el proceso de debate evitando que este llegue al pleno. Pretenden acallar la iniciativa descartándola sin discutirla, en el propio momento de la toma en consideración, sumando los votos de PSOE, PP y Vox.
No se puede estirar a la ciudadanía tanto. No es inteligente y es de una enorme irresponsabilidad. No se puede gobernar callando arbitrariamente los debates, que es lo que se está haciendo. De nuevo, dos partidos mayoritarios jugando a ser dos dioses en un partido de tenis. Si este martes la ILP se bloquea, las consecuencias pueden ser sorprendentes, porque de verdad que estamos todas con muchas ganas de salir a la calle, de tomar de nuevo las plazas y de decirnos las unas a las otras que sí se puede. Y somos muchas. Somos más personas que las que viven en Sevilla, somos más de 12 veces el Estadio de la Cartuja.
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