Durante su campaña electoral de 2015 Donald Trump hizo famosa con su frase "we are going to build that wall". Se refería a la construcción de la parte de muro que no existe en México y Estados Unidos, en un tramo en los que un profundo, devastador y prácticamente insuperable desierto separa a ambos países. El muro en esa parte, no solo no es necesario, puesto que el desierto es casi infranqueable, si no que dadas las circunstancias es difícil de llevar a cabo. Sin embargo, Trump estructuró sobre esta frase su victoria electoral.
Nuestro subconsciente, debidamente tuneado con historias fantásticas que no son ciertas, relaciona muros, armas, fuerzas de seguridad, tanques, drones con orden y control. Es muy curioso como, cuando se trata de securitizar, nadie recuerda las dictaduras militares ni los desastres bélicos como Vietnam o la Guerra del Golfo, pero si las películas de Jean Claude Van Damme. Sin embargo, la realidad ampliamente probada es que la militarización de las fronteras no evita el movimiento de las personas. De hecho, Europa, tras intentar militarizar sus fronteras terrestres, Ceuta y Melilla, y no conseguir parar lo imparable, se está dedicando a pagar a muchos los países africanos para ver si ellos si que obtienen resultados. Esto que se llama externalización de fronteras ha llegado hasta Tanzania, con resultados aparentes a corto plazo, con una gestión caótica y deshumanizada de consecuencias inciertas pero sin duda nefastas, a medio.
En España además de construir muros algunos quieren parar la migración islámica. El discurso empezó siendo más generalista allá por 2018 cuando desembarcó en nuestro país y ahora se está sofisticando. La mayoría de la migración de nuestro país es latinoamericana y resultan unos vecinos muy convenientes en estos momentos. Nadie recuerda ya los problemas enormes de integración que tuvieron lugar en los años noventa en los que incluso hubo asesinatos racistas. Ahora que ya nos hemos acostumbrado a los acentos y hemos abrazado unas cuantas fortunas en el barrio de Salamanca de Madrid, resulta muy conveniente señalar que hablamos el mismo idioma y tenemos la misma base cultural. Albricias.
La población islámica en España es principalmente marroquí y es cierto que representa la nacionalidad extranjera con más presencia en nuestro país. Pero este dato absoluto es muy matizable. En primer lugar, hace dos años que el crecimiento de población marroquí se ha estancado. En 2022 y 2023 casi no llegaron nuevas personas desde este país cuya población en su gran mayoría se encuentra en situación regular, es decir, tiene papeles o viene a España con permiso de trabajo. Decir que hay que frenar la entrada de estas personas es como lo del muro de Trump, innecesario y a efectos prácticos imposible, porque no hay de dónde.
Se habla de la entrada incesante de la migración irregular africana y de la necesidad de incrementar el control en las fronteras cuando la realidad es que, como ya anunció el Banco de España, necesitamos más personas migrantes que vengan a apoyar nuestro déficit poblacional. 24 millones de trabajadores adicionales vamos a necesitar de aquí al 2053. Nos hacemos viejas y nuestro crecimiento es negativo. Las mismas que nos explican que hay que militarizar las fronteras nos dirán que las hembras de pura cepa tienen que dedicarse a repoblar Iberia. Mientras, la irregularidad sigue creciendo, sí, pero es prácticamente toda latinoamericana. Es más, en los datos más actualizados a los que he tenido acceso, el 1% de las personas irregulares de nuestro país son de Estados Unidos. Es el mismo porcentaje que el de las personas irregulares venidas de Senegal. De hecho, el país de origen donde la irregularidad creció más en 2022 es Estados Unidos. De esto no se habla en los mítines políticos.
La migración, ahora demonizada, es natural e inherente al ser humano. Es una incuestionable fuente de riqueza, como apuntan todos los estudios económicos que existen sobre el tema. Es una de las formas de evolución de la humanidad, que no habría llegado al nivel de desarrollo actual sin el movimiento humano global. Es cierto que tiene muchos retos y que hay que mejorar mucho los procesos de integración que de forma natural pueden resultar muy complejos. Pero sin migración no vamos a poder. Y quien diga lo contrario miente. Y si no que se lo cuenten a las personas del Reino Unido a las que, con estas memeces, les han quitado la capacidad de viajar y trabajar libremente por toda Europa. Eso sin contar el desabastecimiento laboral por la falta de más de 300.000 trabajadores que no son capaces de cubrir. En fin, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea.
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