Lo primero que dijo Ángel Gabilondo tras despertar de un letargo de al menos dos años fue que no pactaría con Pablo Iglesias. "Con este Iglesias, no", advirtió el pasado 22 de marzo.
Sólo un mes después, este 21 de abril, en el debate celebrado por todos los candidatos a las Elecciones Autonómicas madrileñas, el mismo Gabilondo le dijo al mismo Iglesias: "Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones" y acto seguido añadió: "Necesito su fuerza".
¿Qué había cambiado entre un momento y otro, en solo cuatro semanas? Desde luego, Pablo Iglesias, no. Después, tras una navaja que se saltó todas las protecciones policiales y de vigilancia para llegar hasta la ministra Reyes Maroto, ministros y ministras del PSOE, diputados y diputadas socialistas se decidieron a pronunciar la palabra que llevan callando desde que VOX apareció en la política española procedente del Partido Popular: fascismo.
Sin embargo, en la mayoría de los medios de comunicación se sigue hablando de "polarización", y eso es lo que va calando entre las gentes.
Se habla de "polarización" y con ello se da por hecho que existen dos polos y que ambos son igual de "peligrosos". Se equipara a Vox con Unidas Podemos de la misma forma que han hecho numerosos políticos de las filas de del PSOE y todos los del Ciudadanos. Se inventa la idea de que en España existe una "extrema izquierda" comunista que se comerá a los niños crudos y quitará las casas a los que no se mueran de hambre.
En España no hay extrema izquierda ni dos polos. En España hay extrema derecha conectada con el fascismo y la violencia, por un lado, y por el otro están la decencia, la lucha por la igualdad y el reparto de la riqueza, el feminismo, la denuncia de la corrupción de más de la mitad de la clase política, la devastación de lo público, el robo sistemático a la clase trabajadora, el desprecio por la Cultura, la carga bestial contra la inmigración, la defensa del franquismo y los franquistas...
¿Son eso "dos polos"? Evidentemente no. Y, sin embargo, se ha venido engordando esa idea desde la inmensa mayoría de los medios de comunicación y desde la inmensa mayoría de la clase política.
Lo primero que afirmó el socialista Gabilondo no fue "La normalización de la extrema derecha y el fascismo daña la democracia y pelearemos todos y todas juntas contra ellos". Lo primero que dijo tampoco fue "No pactaremos con Ciudadanos, una fuerza que se ha apoyado en los fascistas para gobernar, igual que el PP". Ah, no. Lo primero que hizo fue cargar contra Pablo Iglesias y negarse en público a pactar con él.
Podemos llegó desde el 15-M sencillamente a sacarle los colores a un país aún franquista, con la extrema derecha engordando bajo los manteles del silencio y una monarquía corrupta y brutal. Sin duda, no debió ni debe de ser fácil para el PSOE ir esquivando la evidencia de que ellos siempre estuvieron ahí, y sus gobiernos, y sus presidentes.
Desde la aparición de Unidas Podemos, se han construido mentiras, miedos, agresiones y violencia en torno a sus políticas y políticos. Se ha levantado minuciosamente el relato de que llegan para "destruir" los que esta democracia ha construido con "tanto esmero" desde la nefasta Transición. Se ha permitido que Pablo Iglesias e Irene Montero vivan con su domicilio particular rodeado de fascistas. Se ha prestado a los grandes medios argumentarios contra ellos mientras todos callaban la espeluznante irrupción de la ultraderecha en las instituciones españolas. Y cuando lo advertías, te respondían con una basura como "les han votado millones de personas". ¿Y? ¿Basta que millones de personas voten para que se acepte la violencia en el Congreso, en los gobiernos? ¿No había ciertos "consensos democráticos" que no se tocaban, los mismos que esta gente va destruyendo?
Ahora, por fin, tímidamente, quienes han participado en tal infamia se atreven a admitir, en un vergonzoso goteo, que quizás tenían razón esos y esas jóvenes. Que quizás sí queda mucho franquismo. Y de sus bocas sale la palabra "fascistas", esa que callaban hasta la semana pasada.
Me pregunto seriamente si no estamos llegando tarde a algún sitio. Muy tarde, gane quien gane las elecciones madrileñas. Porque cuando pierden, son peores.
Comentarios
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