La primera conversación sobre el tema fue más o menos como sigue:
-Esa del pelo blanco sí te gusta, ¿no?
-¿?
-La novia del de Matrix...
Era un compañero de televisión y yo no tenía ni idea de qué me hablaba. Sucedía que habían aparecido unas fotos de Keanu Reeves con su pareja y la cosa daba que hablar. Mi compañero televisivo me dijo que "el de Matrix" tenía una novia "mucho mayor" que él, que "no está operada" y que lleva el pelo blanco, o sea que no esconde su edad, supongo. Esos tres eran los motivos por los que él daba por sentado que a mí me tenía que gustar.
Busqué la foto sin demasiado interés y me pareció una mujer guapa, de cara fresquita y gesto apacible, una señora con brillo sereno y mirada clara. Pensé que Reeves es un tipo con suerte y me hizo gracia pensarlo con cariño. Siempre me ha interesado cómo me aproximaba a él el hincapié que se hace en su ser "intenso" y en las desgracias que le han ido ocurriendo, sin duda terribles y marcadas por varios fallecimientos familiares y la muerte de su compañero River Phoenix.
La segunda conversación ha sucedido este pasado fin de semana en la Feria del Libro de Madrid, y era una escritora amiga la que me hablaba.
-¿Qué te parece lo de Reeves y Grant?
Inmediatamente pensé en Hugh Grant.
-¿Qué ha pasado?
-Nada.
-¿Keanu?
Incluso habiendo sostenido hacía un par de días la primera conversación sobre el asunto, no caí en absoluto.
-Sí, Keanu Reeves.
-¿Keanu Reeves y Hugh Grant? ¿Qué les ha pasado?
La colega me miró con cierta duda sobre si le estaba tomando el pelo.
-No, Hugh Grant, no. Alexandra Grant, su novia.
-Muy guapa, la verdad.
No recuerdo si la conversación siguió, así que se debió de quedar ahí. La imagen de la pareja no me había dejado más huella que una sensación lejana de alegría, lo contrario al sufrimiento. Así que decidí interesarme un poco por el asunto.
Descubrí que Alexandra Grant no es, como decía el periodista, una mujer mayor que el actor, sino varios años menor. Admito que no sabía nada de esa artista ni estoy al tanto de su obra. Como vivo muy alejada de ciertas redes sociales, ignoro qué se ha comentado del asunto, pero no hay que ser espabilada para darse cuenta de que no les parece lo suficientemente joven para resultar normal al lado del galán. Ese es un tema viejo y una pesadez.
Grant es guapa, es delgada, es elegante, todo eso concuerda con lo que se supone debe tener la hembra al lado de uno de los actores más atractivos, ricos y famosos de estrellato mundial. Así que la cuestión parecería ser la edad. Pero no es la edad. No es la edad porque la artista llamada Alexandra Grant nació en el 73, o sea es nueve años más joven que su novio. ¿Qué es, pues? Sin duda, y como no creo que conozcan su vida íntima, la cuestión es el aspecto. O sea, no es la edad sino la apariencia. Y ahí el asunto ya resulta más interesante.
De la pareja Reeves-Grant lo que llama la atención es el aspecto de ella. Pero ¿qué, exactamente? No se trata de que resulte extravagante ni extremada, no se trata de su indumentaria, elegantemente discreta, no llama la atención por nada evidente. De eso se trata. Parece sentirse a gusto. El pelo blanco está en la base de eso, claro. Parece una mujer cómoda con sus canas, y también con sus arrugas, cómoda en su piel. O sea, una mujer que no se esfuerza en parecer lo que no es. Me interesa muchísimo esa forma de no esforzarse que veo en muchas mujeres cultas de mis alrededores.
Cuando éramos pequeñas se nos repetía una frase que con el tiempo ha mostrado todas las púas que esconde: "Para presumir, hay que sufrir". Una amiga chilena, en los años de la facultad, me descubrió otra versión: "Para ser bella, hay que ver estrellas". Eso se traducía en cera ardiendo en las zonas más sensibles recién estrenada la adolescencia. Difícil olvidar la quemadura, ¡quemadura voluntaria!, y el posterior tirón para arrancar de cuajo todo el vello de las piernas, sí, pero también de las axilas y las ingles, y en algunos casos del rostro o el vientre.
Justo después, normalizábamos el hecho de andar con dolor sobre unos tacones y unas hormas que nos destrozaban los pies hasta el punto de esconder unas chancletas en el bolso para la vuelta a casa, a veces con ampollas. A las dietas de por vida se suman intervenciones quirúrgicas, raspados, extracciones, tintes con amoniaco, prendas que impiden respirar.
Lucir las canas, calzar zapatos planos y zapatillas deportivas, el vello corporal desacomplejado, el cuerpo en fin que cada una tiene, forma parte de una liberación que contagia alegría. Esa es la sensación que me trasmitió la foto de la pareja, una alegre comodidad. Estar cómoda es elegante. De eso trata la elegancia, no tener que vivir en un continuo esfuerzo por resultar más joven, más delgada, más alta. Otra, en definitiva.
Así que sí, querido colega televisivo, la novia de Keanu me gusta. Me gusta como tantas otras mujeres que, a gusto en su propio cuerpo, dedican sus esfuerzos a asuntos que indudablemente las embellecen mucho más que castigarse los pies o quemarse los sobacos.
Comentarios
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