Este domingo, mi amigo y enorme periodista Víctor Fernández me envió un mensaje: "Me cuentan que Víznar, lugar donde Lorca pasó su última noche, ha amanecido con el busto del poeta derribado. También ha desaparecido el cartel de La Colonia, el lugar donde estuvo Lorca preso". Muchos de los detalles de la vida de Federico García Lorca los conozco gracias a Víctor, un estudioso exhaustivo y entregado, un hombre culto. Me gustan las personas cultas. Son lo contrario a quienes arrancan de cuajo los bustos de los poetas. Este periódico informó de la denuncia que la asociación Verdad, Justicia y Reparación hizo sobre el incidente.
Pienso en los desgraciados que se acercaron al busto del escritor, hicieron la fuerza necesaria, lo arrancaron y lo dejaron tirado en el suelo. Pienso en ellos y me invade una lástima que antiguamente habría sido dura irritación, seguro, pero la edad impone sus emociones. No conocen la belleza. Es más, no creo que sean conscientes de que la suya es una agresión contra lo bello. Pero lo es, y bajo su violenta ignorancia late la rabia contra lo que no pueden ni podrán alcanzar. A la hora de elegir enemigos, los violentos prefieren mutilar al poeta que al militar. Mancillar la inocencia, romper el resplandor que emana de metáforas y cuerpos luminosos.
Después de recibir el mensaje de Víctor Fernández, ya en la cama, recordé el momento terrible en el que te das cuenta de que los hombres adultos empiezan a mirarte con deseo. La adolescencia es un canto a la belleza, algo intocado, puro y concreto como el gajo de agónica plata de la luna. Entonces, un día, la mirada de un hombre mancha aquello que eres. No exactamente la mirada, no, sino tu conciencia de ella. Te ensucia y esa primera vez solo es un anticipo de cómo van a ir tratando de romperte lascivia a lascivia.
La mente tiene sus conexiones, cada una con la suya. Esta es la mía. Vi el busto de Lorca en el suelo, justo allí donde le quitaron la vida, y pensé como en aquellos años: Podréis ensuciarla, destrozarla, mutilarla, enterrar en violencia la belleza, pero no la tendréis. Nunca, nunca jamás la vais a rozar.
Entonces descubrí este sentimiento nuevo donde se juntan cansancio, lástima y un profundísimo desprecio. Ellos no lo saben, pero el aliento de sus actos huele a seres humillados, a complejos vergonzantes. Son incapaces, y de eso España sabe mucho, de violentos incapaces. Sentí lo mismo cuando vi al medio centenar de políticos de VOX tomar posesión de su escaño.
Comentarios
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