Posibilidad de un nido

Peor es el silencio, "compañeros"

El expresidente argentino Alberto Fernández - Europa Press
El expresidente argentino Alberto Fernández - Europa Press

Los hombres de izquierdas, los que se llaman progresistas, los que dicen defender el feminismo, los que aseguran que están "aprendiendo", callan. El expresidente argentino Alberto Fernández está acusado por su exmujer, Fabiola Yáñez, "de golpearla, humillarla, controlarla, responsabilizarla por su fracaso electoral, amenazarla y obligarla a abortar", como explicaba ayer la periodista Luciana Péker. Y ellos callan. Callan y su silencio lo infecta todo, todo lo pudre.

Resulta que, cuando Yáñez denuncia al expresidente de maltrato físico y psicológico grave, la sociedad conservadora no lo pone en duda, desaparece su fétida idea de las "denuncias falsas" y se apresuran a cargar con todo. ¿Contra quién? Contra las feministas. Y, sin embargo, no hay en esos gestos —su credulidad y su señalamiento— nada sorprendente. Son así, siempre han sido así, y están exultantes. El macho que dijo "acompañar" a las feministas en Argentina hasta que convirtieron el movimiento en un referente internacional, el que decía que venía a "terminar con el patriarcado", aparece ahora como un violento.

Y ellos callan. Es como si estuvieran corriendo perseguidos por los perros de su propia historia, de sus vidas y, sobre todo, de sus silencios. Siento como si los hombres a los que llamé durante tanto tiempo "compañero", "camarada", hubieran empezado hace algunos años, cuando vieron que el #MeToo iba en serio, una huida hacia delante. Primero, despacito, sin hacer mucho ruido. Después, cada vez más rápido, avanzando a zancadas hacia no saben dónde. Y tengo la sensación de que, a estas alturas, ya han echado a correr, sintiendo como esos perros, las fauces de sus propios perros, les alcanzan los talones.

Ahora ya saben que el feminismo no va a parar, que no vamos a detenernos. Saben que en esa nómina de violentos hay editores y escritores de izquierdas, actores y políticos de izquierdas, periodistas y pensadores de izquierdas, músicos y pintores de izquierdas. Saben que esos nombres corren de boca en boca entre nosotras, que acabarán saliendo.

Acabo de ver el magnífico documental Little Blue Girl, de Mona Achache, sobre su madre, la escritora Carole Achache, y su abuela, Monique Lange, una de las almas de la mítica editorial Gallimard, y también sobre sí misma. Sobre las violaciones sufridas por las tres en los ámbitos más progres de la Cultura francesa. Jean Genet queda retratado de forma escalofriante, pero tampoco aparecen en buen lugar los venerados Juan Goytisolo o Jorge Semprún. Pensé en El Consentimiento, de Vanessa Springora. Lo mismo.

Tengo la sensación de que los hombres que nos acompañaron en algún momento, hoy corren apretando la boca hacia ningún lugar. El silencio ante la denuncia contra el expresidente argentino es la costumbre. No es que callen porque están sin aliento, sino lo contrario. No pueden respirar porque han callado y callan. No es fácil decir "yo estuve allí", "yo lo vi", "yo lo supe y callé". ¡Pues claro que no! Como si ponernos ante el teclado, la cámara, el micrófono y contar públicamente todo aquello que nos han hecho, que nos hacen, todas las violencias recibidas no fuera un ejercicio dolorosísimo, devastador. Pero si algo tengo meridianamente claro es que peor, siempre muchísimo peor es el silencio, "compañeros".

Más Noticias