Según informaba esta mañana a primera hora la Cadena SER, Inspección de Trabajo ha sancionado a una empresa por obligar a vestir minifalda y manga corta a las ocho azafatas que contrató para el Trofeo Conde de Godó. Aunque fuera verano, obligar a alguien a enseñar carne me parece una auténtica barbaridad, pero en esta ocasión, hasta el frío nos ha dado la razón a quienes estamos en contra de cosificar a la mujer. Y es que durante el torneo se vivieron temperaturas por debajo de los diez grados centígrados bajo la lluvia.
UGT fue el primero en hacerse eco de las penurias de las azafatas, cuyos ruegos para llevar algo más de ropa fueron desoídos por la empresa. Por este motivo, el sindicato denunció, no sólo la situación laboral sexista, sino también la falta de protección a la salud de estas trabajadoras. Entonces, una de las azafatas denunció cómo cada noche del torneo terminaban con fiebre y, en lugar de compresión por parte de la empresa, recibían lo que calificó de "broncas".
Esto es inadmisible y, por ello, debemos felicitarnos que Inspección de Trabajo haya condenado. Sin embargo, queda mucho trabajo por realizar porque, del mismo modo que podemos comprobar estos días cómo están normalizados los microrracismos con Baltasares pintados a betunazos porque, según algun@s, "lo importante es la ilusión de los niños", el machismo está demasiado enraizado en la sociedad.
Ahora, por primera vez en una década desde que fuera creado por la Administración Zapatero, el 016 - el número telefónico para atender a mujeres víctimas de violencia de género- también asesorará a los hombres en materia de igualdad. Lo hará, según incluían los pliegos de la licitación, en materia de "separación y divorcio, custodias", así como en "cuestiones surgidas en contextos de violencia".
Todo suma, pero es un parche. ¿Cómo asesorar en cuestiones surgidas en el contexto de una violencia que, precisamente, nace de la persona a asesorar? Complicado. Seguimos cometiendo errores de bulto. A fin de cuentas, el 016 ya asesoraba y ayudaba a las personas del entornos de las víctimas de la violencia machista. Seguimos poniendo el foco en las víctimas, en lugar de en los criminales. Continuamos haciendo aguas en una educación en igualdad y, lo que es peor, cuando se ponen encima de la mesa tanto los microrracismos como los micromachismos, muchas personas se revuelven porque admitirlos sería admitir que ellas mismas los cometen... y son demasiado orgullosas para reconocerlo. Estas navidades, incluso un cargo público del PP con responsabilidades en la concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Rincón de la Victoria arremetió contra mí insultándome en redes sociales por criticar que su cabalgata tuviera un Baltasar a betunazos... Pobre, porque es de esas personas que suple su ausencia de valores cívicos envolviéndose en banderas.
Es hora de que, de una vez por todas, abandonemos la doble victimización de las mujeres que padecen el terrorismo machista, de que asumamos nuestros errores históricos, las atrocidades que pareciera llevamos adheridas en nuestro ADN pero que, sin embargo, nos podemos sacudir con un poco de humildad y honestidad.
¿Cómo se hace eso? Admitiendo, por ejemplo, que cosificar a una azafata obligándole a ir ligera de ropa o pintar un Baltasar de negro son dos prácticas negativas. O, por decirlo de otro modo, no admitiendo, bajo ningún concepto, excusas como las que tiendo a escuchar en mi entorno, como que "igual que no todo el mundo sirve para ingeniero, no todo el mundo puede ser azafata" o "da igual si el Baltasar está pintado, lo importante es la ilusión de los niños". Todo lo demás, es mirar a otro lado para eludir la autocrítica que nos haría una sociedad mejor.