Algo falla. No se han hecho bien las cosas. Cuando la víctima de una agresión (sea o no sexual) o de violencia de género ve reducidos sus derechos respecto a la persona agresora, definitivamente, evidencia que l@s responsables legisladores no están haciendo bien su trabajo. Esta es nuestra España, la del desamparo de las víctimas.
Ser víctima en España es serlo por partida doble: a manos de quien agrede y, además, del propio Estado. Despertamos esta mañana con la terrible noticia de la presunta violación de un niño de 9 años por parte de varios compañeros de entre 12 y 14 años en un colegio de la Sierra de Cazorla. ¿Saben qué suele ocurrir en los centros educativos cuando se producen agresiones?
La víctima sufre bullying durante mucho tiempo, la mayoría de las veces sin que el profesorado se percate de ello, aunque sí el resto de alumnado, que calla por indiferencia o por miedo. Cuando las agresiones salen a la luz, cuando se constatan, aun habrá de pasar un largo tiempo antes de que se tome alguna medida correctora y, mientras, el o la agresor/a tiene a su merced a la víctima que lo ha denunciado. Obviamente, la víctima vomita, se niega a acudir al colegio, teme por su integridad física... y quien agrede vive con total normalidad... Quizás, lleguen a expulsarl@ un mes, durante el cual no se trabaja con él o con ella para tratar de encauzar esa violencia, entender su origen, mediar... nada. Un mes de vacaciones del que vendrá aún más crecid@.
Lo que sucede en los centros educativos no es muy diferente de lo que sucede en la edad adulta. Una víctima de violencia de género es quien se tiene que mudar de ciudad, es quien ya durante el juicio, no puede esperar tranquila en el pasillo y ha de encerrarse en una habitación mientras el agresor pasea -y muchas veces, se pavonea- por los pasillos.
Una víctima de violación es la que tiene que demostrar si se cerró lo suficiente las piernas, es la que después de ser forzada sexualmente ha de vivir muerta en vida, enclaustrada en casa... no se le ocurra tratar de vivir con normalidad durante el día, aunque por las noches las pesadillas se hagan insoportables, aunque en cuanto empieza a caer el sol, le recorre el cuerpo un escalofrío de arriba a abajo...
Este es el desamparo de las víctimas, la coyuntura en la que la ley las ha dejado, la misma que olvida a las personas agresoras, a las obvia preservando su integridad sobre la de las agredidas. Mientras, fiscales y jueces andan entretenidos con causas huecas sobre delitos contra los sentimientos religiosos por cambiar la cara de Cristo en un fotomontaje, sin percatarse que acusaciones y sentencias como éstas lo que son un insulto contra la sensatez, la cordura y la misma inteligencia.