Pablo Casado ha ganado las primarias del PP. Escuchar sus discursos previo y posterior a su victoria ha evidenciado su calaña. "Campaña limpia", ha repetido en varias ocasiones. Mentira. Se ha jugado sucio; de hecho, él mismo lo sugirió en varias entrevistas, muy lenguaraz él, reculando después cuando se le preguntaba por el nombre de quien conspiraba contra él. Se ha jugado sucio y él, desde luego, no ha estado al margen.
La última jugada de Casado fue hacer lo que todo buen pepero hace siempre: utilizar a la víctimas del terrorismo como arma política arrojadiza (y buena parte de quienes dicen representarlas, bien que se dejan, por cierto). Tras recibir el aval de la asociación de víctimas del terrorismo Dignidad y Justicia, el equipo del nuevo presidente del PP se encargó de repartir a todos los periodistas que cubrían el congreso nacional del PP un comunicado de dicha asociación en el que, bajo el título de 'Apoyo a Pablo Casado', acusaba a Soraya Sáenz de Santamaría de ser una persona sin valores por no hacer "absolutamente nada para evitar la la excarcelación masiva de más de 100 terroristas de ETA". El comunicado se refería a la derogación de la doctrina Parot en 2013 y 2014 tras una sentencia de la sentencia de Estrasburgo.
Por cosas menores que esa, el PP nunca ha dudado en calificar a rivales políticos, incluso a activistas de libertades civiles, como "etarras". Obviamente, es uno de tantos excesos y sobreactuaciones a que nos tiene acostumbrada esta derecha rancia y que, con el liderazgo de Casado, se cubre ahora de una nueva capa de caspa. La propia moción de censura, según ellos, ha estado apoyada por etarras, cuando en realidad, la han votado partidos políticos legales votados democráticamente por la ciudadanía. Eso, mal que les pese, es una democracia parlamentaria (que hoy, por cierto, Casado ha afirmado que quiere dinamitar).
¿A dónde nos lleva esto? A que si aplicáramos la doctrina del PP en materia de ETA, podríamos decir sin ningún género de duda que l@s amig@s de ETA se encuentran en las filas del PP. Sáenz de Santamaría y, por extensión, todas aquellas personas que la han apoyado (aquí en Andalucía hay tela... que, por cierto, tienen que estar ahora sudando frío por haberse equivocado de bando), son, si no etarras, si amig@s de ETA, según la doctrina PP. Es lo que tiene jugar con fuego, que uno termina quemándose y de lo lindo, por mucho que ahora todo sea unidad y concordia.
Quien también tiene que estar sudando frío es Albert Rivera. A la caricatura española de Macron le ha salido un clon y ahora las espadas por ver quién es más español, quién es más conservador, quién es más enemigo del feminismo o la Memoria Histórica están en alto. Se endurecerán los discursos, avanlanchas de tolenaladas de caspa se cernirán sobre tod@s nosotr@s desde ya, preparando el terreno para las campañas electorales del año que viene (o de este mismo otoño, que Susana Díaz anda inquieta pendiente del calendario judicial). Saquen sus máscaras o, al menos, sus pinzas en la nariz. El olor a rancio será inaguantable.