Vox huye con el rabo entre las piernas. No es la primera vez que lo hace ni será la última. Hoy ha sido por rechazar a debatir sobre feminismo en la Cadena SER, a pesar de que iba a estar flanqueado por sus compadres de PP y Ciudadanos que beben de idéntico manantial machista.
Prácticamente cada vez que se le ha brindado la oportunidad a Vox de dar la cara, de ir más allá de soltar sus bravatas de manera unidireccional y sin derecho a réplica en sus mítines, se ha acongojado. Corre como alma que lleva el diablo, gimoteando. ¿Por qué le cuesta tanto a Abascal y los suyos argumentar y contra-argumentar? Es sencillo, porque su discurso se levanta sobre mentiras de tal calibre que hasta un/a adolescente podría desmontarlas tirando de un buscador de internet.
El feminismo es una cuestión más sobre las que la extrema-derecha miente con descaro. Unidos a ellos, PP y Cs, que cada vez adoptan posturas más radicalizadas o, por ser más precisos, menos las ocultan. Para quienes seguimos de cerca los movimientos, no deja de ser gracioso ver cómo Vox, tan taurinos que son ellos, son como el fanfarrón que se muestra muy gallito frente al toro sin apartar la mano del burladero. Y el toro del feminismo, por continuar el símil, le va a pegar tal cornada a Vox que no va a quedar ni para mozo de espadas.
El hecho no debe pasar inadvertido a nadie, pues tamaña cobardía de Abascal y los suyos se traslada a todos los ámbitos. Su naturaleza les puede, incapaces de defender sus falsos postulados en solitario, ya sea para justificar su financiación iraní, el dinero en cuentas suizas del que se ha beneficiado o el modo en que su amado líder lleva una vida viviendo de mamandurrias. Bajo sus palabras gruesas, su discurso fascista y sus besos a la bandera de un país que pisotean no hay más que un líder pusilánime incapaz de dar la cara.