Ante esta crisis sanitaria, con alcances socio-económicos, nos tenemos que rendir a la evidencia: no hay unidad española. Estamos a tiempo de revertir la situación, pero visto lo visto no puedo ser demasiado optimista. La desunión y el egoísmo se palpa a todos los niveles, desde la ciudadanía a pie de calle a las más altas esferas políticas.
Son millones las personas que sí reman en la misma dirección, cuyos umbrales de comprensión y sacrificio están a la altura de la circunstancias. Bravo por todas a ellas. Sin embargo, existe un buen puñado de gente que, no sé si es fruto de su desesperación, de su histeria o de su naturaleza insolidaria, aprovechan cualquier ocasión para torpedear la unidad que tanto reclaman.
Si miramos a la esfera política, resultaría hasta cómico si no fuera de tan extrema gravedad. Pablo Casado (PP) critica la acción del gobierno, pero lo cierto es que él mismo pasó de reclamar un día que el Congreso no parara su actividad presencial a, al día siguiente, organizar una rueda de prensa telemática sin prensa presente. Eso da una idea de la improvisación y, al mismo tiempo, de la complejidad de gestionar una situación como la que vivimos.
Si miramos a Santiago Abascal (Vox), la cosa no mejora. Su partido es capaz de reclamar con chistes malos tuiteros el cierre de las peluquerías que, según el decreto de estado de alarma podían abrir por cuestiones de higiene, y unos días después, pedir la apertura de las mercerías. Qué despropósito y qué alivio saber que el partido fascista, que en plena crisis continúa hablando del feminimo como un "problema imaginario" y se ceba con las personas más desfavorecidas, no llegó al gobierno de la nación... eso sí, chupan de la misma Sanidad pública contra la que siempre han cargado.
El caso de Quim Torra (JxCat) también es propio de El Jueves. Quiso desmarcarse del acuerdo de presidentes y presidentas autonómic@s sin firmar el documento conjunto por asegurar que las medidas adoptadas eran insuficientes, que Catalunya -gracias a él- llevaba semanas poniendo en práctica más medidas... un par de días después dio positivo. Otro despropósito.
A pie de calle, la cosa no mejora gran cosa. Ayer mismo en un grupo de Whatsapp llegaba una petición de firmas para que al personal sanitario le llegara todo el material necesario para su protección y el desempeño de su trabajo. ¿Alguien cree que el Estado se opone a eso? ¿De verdad alguien en su sano juicio piensa que el gobierno no siente la extraordinaria presión a la que está sometido por todas y cada una de las decisiones que toma? La carencia de determinados materiales no se debe tanto a la inacción gubernamental, sino a que se trata de bienes demandados en toda Europa.
No me llegó, en cambio, ninguna petición de firmas para que la gente deje su histeria a un lado y compre razonablemente, no arrase con los lineales, en definitiva, no deje sin comida a su prójimo. No enviaron ninguna recogida de firmas para eso, ni para frenar que sólo ayer en Madrid se pusieran más de doscientas multas por incumplimientos del confinamiento...
Cuando pase esta crisis, las arcas del Estado se verán muy menguadas. El daño al presupuesto estatal va a ser brutal, toda vez que se están destinando más de 50.000 millones de euros para detener los despidos, para paliar la ruina de autónom@s y pymes... Medidas que seguirán resultando insuficientes durante la crisis y que, pasada ésta, parecerán demasiado elevadas a la luz de lo escleróticas que habrán dejado las arcas del Estado para afrontar el coste de otros servicios. ¿Creen que llegado ese punto habrá unidad política, lealtad institucional o compresión ciudadana?
Este gobierno ha cometido errores en la gestión de la crisis del coronavirus. Eso es innegable. Dado que la situación se cobra vidas humanas, es muy difícil encajar que hay errores inevitables, tal y como está demostrando la oposición proponiendo medidas un día y al siguiente negándolas. Este es el mayor desafío al que nos enfrentamos como nación desde que llegó la democracia y no será por cuestión ni de 15 días, ni de un mes, ni de seis meses. En la mano de todas y todos está alcanzar esa unidad, ahora inexistente, y aportar en lugar de destruir. Quienes hagan lo segundo, serán corresponsables del resultado. No les quepa duda de ello... y el gel alcohólico no les servirá para limpiar su conciencia.