La campaña electoral para la Comunidad de Madrid arrancará oficialmente el próximo 18 de abril; oficiosamente, ya lo estamos, a pesar de que ni siquiera se han conformado las listas electorales. Según el artículo 47 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, "las candidaturas presentadas deben ser publicadas el vigésimo segundo día posterior a la convocatoria en la forma establecida por las disposiciones especiales de esta Ley". La cuenta atrás no perdona, Unidas Podemos (UP) y Más Madrid tienen apenas 15 días para entenderse: antes del 3 de abril deben cerrar listas... juntos o separados.
El hecho de que Pablo Iglesias quiera ser candidato de Unidas Podemos en Madrid no lo convierte automáticamente en cabeza de lista, puesto que su ratificación depende de distintas fuerzas políticas. Si a ello le sumamos la posibilidad de que compita con la candidata de Más Madrid, Mónica García, para conformar una lista unitaria, tendrán que pisar el acelerador para respetar sus procesos democráticos internos.
Por un momento, imaginemos que se consigue esa agrupación. Independientemente de quién la lidere, los cálculos que anoche hizo Pablo Iglesias en su entrevista en El Intermedio no terminan de cuadrar. Más allá de que en pocos años haya pasado de negar ser izquierda -¿recuerdan cuando se enrocaba en que era de los de abajo?- a postularse ahora como "izquierda transformadora", el caladero de votos en el que pretende pescar resulta insuficiente.
Iglesias se ha marcado el mantra de no pisar el callo al PSOE durante la campaña, especialmente porque sabe que eso iría en detrimento del gobierno de coalición a nivel nacional, lo que desgastaría más de lo que ya lo ha hecho la oposición interna que en ciertas cuestiones ejerce UP. Este cuidado impostado de no agredir la candidatura de Ángel Gabilondo (PSOE), en realidad, la agrade, puesto que anoche vino a marcar el camino por el que debería discurrir la campaña de partido socialista, que según él ha de buscar los votos del electorado descontento de PP y Cs, que son los que nunca votarían a UP.
Miremos los datos. En las últimas elecciones autonómicas de Madrid, con todas las alarmas antifascistas encendidas por los resultados que Vox había cosechado en Andalucía, UP perdió casi 540.000 votos. ¿A dónde se fueron? ¿A la abstención? No, porque ésta apenas aumentó en 73.000, pasando del 31,1% en 2015 al 31,92% en 2019. Por cierto, hago inciso, para informar que el censo para las elecciones del 4 de mayo se cerró el 1 de enero, por lo que si ustedes no están incluid@s podrán recurrir entre el 17-24 de marzo; pasado ese plazo ya no podrán votar.
Más de 471.000 votos recalaron en Más Madrid y sería ingenuo no pensar que no se produjo un cierto trasvase al incremento de más de 75.000 votos del PSOE. Si miramos a la derecha, no podemos pasar por alto que Isabel Díaz Ayuso cosechó los peores resultados electorales del PP en Madrid, perdiendo más de 332.000 votos. ¿A dónde fueron? Pues Cs creció más de 241.000 votos... pero es que Vox aumentó unos 248.000 votos. ¿De dónde sacaron estos votos si la abstención creció?
Juntos, Vox y Cs crecieron unos 490.000 votos. Asumido que la sangría de UP fue lo que fundamentalmente alimentó los crecimientos de PSOE y Más Madrid, ¿de dónde rascaron esos votos Cs y Vox si el PP perdió unos 332.000? Descuenten los 60.000 votos del descalabro de UPyD y tengan en cuenta que la participación solo subió 37.500 votos. Pues bien, ese análisis falta en las proyecciones de Iglesias que, si espera ganar representación únicamente con la movilización de voto nuevo, se estrellará.
¿Cómo espera entonces remontar los pobres resultados de 2019? ¿Cree que su figura movilizará a quienes no votaron en las últimas elecciones? ¿Ha considerado que un porcentaje del electorado de UP vota a esta formación pese a su liderazgo, especialmente a nivel autonómico, y que si encabeza la lista puede perder una parte del mismo?
Y, finalmente, el voto útil: dado que el PSOE aventajó a la suma de Más Madrid y UP en casi 230.000 votos en 2019, ¿ha barajado Iglesias cuántos votos le puede arrebatar Gabilondo apelando al voto útil para frenar de manera efectiva a la extrema-derecha de Ayuso y Vox? Porque esa carta, de un modo u otro, se jugará en esta timba.
Vivimos en la era de los datos y en política siempre es lo que falta. La precampaña nos lo está demostrando, con mensajes incendiarios desde los dos archienemigos pero sin aportar cifras ni hechos concretos. Ojalá cuando arranque la campaña los partidos dejen de tratar al electorado como si éste fuera idiota: la ciudadanía no quiere escuchar críticas al adversario sin apoyo de datos reales; prefiere conocer los programas y sí, también con datos y hechos. De promesas huecas y proclamas panfletarias rebosamos.