Si usted fuera honrado y su padre o su madre le acusaran de haber vacíado las cuentas bancarias de la familia sin previo consentimiento, seguramente, se revolvería, se defendería con uñas y dientes negando los hechos y aportando pruebas de su inocencia. Lo haría, además, cara a cara, sin rehuir un enfrentamiento que consideraría injusto y con la seguridad que da tener la razón de su lado. No es el caso de los dirigentes del PP que, como tienen por costumbre, se niegan a declarar en cuestiones que, de haberse procedido correctamente, resultaría cuestión de minutos zanjar. Algo se cuece en Salamanca, en el círculo estrecho del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), y el aroma que desprenden los fogones no barrunta nada bueno.
Los dirigentes del PP tienen alergia a los juzgados. Si hace unos meses veíamos al presidente de la Diputación Provincial de Málaga, Francisco Salado, recibir un trato de favor para no entrar por la puerta principal de los juzgados para comparecer acusado de un presunto delito medioambiental, ayer veíamos al presidente de la Diputación de Salamanca y número uno del PP provincial, Javier Iglesias, eludir poner un pie en el tribunal recurriendo a la videoconferencia. Ambos tienen un buen maestro, Mariano Rajoy, aunque poner tierra de por medio con el juzgado no le ahorró el rapapolvo judicial dudando de su veracidad y la posterior condena al PP, acreditando la existencia de la caja B.
Iglesias no sólo evitó ayer acudir a los juzgados sino que, incomprensiblemente, se negó a declarar en la causa que investiga la presunta financiación ilegal detrás de las elecciones primarias que llevaron a Mañueco a ser candidato y posterior presidente de la Junta de Castilla y León. En realidad, de no haber gato encerrado, todo debería resultar muy sencillo.
Más allá de lo inmoral que resulta que se 'obligara' a altos cargos del PP a pagar las deudas de los militantes morosos para que éstos pudieran votar a Mañueco, la clave de la acusación está sobre todo en el pago que podrían haber realizado diversos empresarios con este mismo propósito. Si las cosas se hubiera realizado de una manera limpia, los más de 24.000 euros que no tienen justificación alguna estarían perfectamente acreditados. No sólo eso, sino que ayer Iglesias habría acudido a los juzgados personalmente, callando bocas con los libros de cuentas perfectamente llevados y detallando la procedencia hasta del último euro. No fue el caso.
Y cuando uno se esconde, como de hecho hizo ayer Iglesias, cuando algo de sencilla justificación no se justifica y, por el contrario, uno calla ante las acusaciones de corrupción en lugar de reivindicar con contundencia su inocencia y desmontar las acusaciones infundadas es, sencillamente, porque lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible, que dice el dicho popular.
Los precedentes del PP en materia de corrupción, financiación ilegal y sucios vínculos con empresarios desde luego que no juegan a favor de Iglesias, Mañueco y el resto de secuaces castellanoleoneses. Con el foco puesto en la ganadería, en las filas del PP parecen entender a la ciudadanía como un puñado aborregado que se mueve a su son, desviando la mirada hacia temas menores para escapar del escrutinio de la corrupción... y con varias sentencias que la acreditan en su seno, lo llevan crudo. Sus cuentas se transforman en cuentos con una moraleja sin moral.