Desde que se vio al rey de Marruecos Mohamed VI borracho por las calles de París, anda el lobby marroquí algo revuelto. Ver al sátrapa objeto de burlas, convertido en el hazmerreír de las redes sociales, ha sido peor que la resaca que debió de tener el dictador alauita. A ello se suman, además, las declaraciones del alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que vuelve a rechazar el giro dado por el Gobierno español en la cuestión del Sáhara Occidental. Así las cosas querían dar un golpe de efecto y han utilizado al trapero Morad para ello, que ha defendido la invasión ilegal.
El Sáhara Occidental ni es marroquí ni existe mayor respaldo histórico para afirmar tal cosa que los sueños expansionistas de Hassan II, padre de Mohamed VI. Así pues, defender un Sáhara Occidental marroquí y alabar al monarca alauita es posicionarse del lado de la ilegalidad internacional, como han hecho Pedro Sánchez y el PSOE. Morad ha traicionado los propios valores de los que presume para enriquecerse con su música. El mensaje antiodio del que se jacta es incompatible con lo que defendió en el vídeo difundido en redes sociales o lo declarado en entrevistas pasadas.
Las opciones no son muchas: o bien Morad hace gala de su profundo desconocimiento sobre el Sáhara Occidental y cómo el rey al que elogia mercantiliza con vidas humanas, incluidos menores, utilizando la migración como arma arrojadiza, o bien es tan ruin y mezquino como el sátrapa que ansía borrar del mapa al pueblo saharaui. Transversalmente a ambas, no se pueden obviar las presiones que desde Rabat a buen seguro ha recibido, instrumentalizándolo del mismo modo que a las personas migrantes que huyen de la miseria intentando cruzar la frontera sur.
El problema de Morad es que es complicado distinguir al artista de la persona, porque el mensaje contra la discriminación que transmite en sus canciones se da de bruces con lo que defiende después. Argumentos como los empleados para defender el arte de Plácido Domingo tras las denuncias de abusos sexuales o el de Vargas Llosa tras su gusto por manipular la democracia no aplican con el trapero. Salvando las distancias, sería como si Paco Ibáñez hubiera elogiado a Franco. Morad ha pasado de ser trapero de referencia a mero corista de Rabat.
Morad no va a rectificar, tiene al Majzén en el cogote y haría falta tener una integridad y honestidad que no parece poseer. Si algún día las tuvo, la billetera llena se ha encargado de ventilárselas. Él es capaz de vivir con ello y nosotros de vivir sin él, nos sobran mercenarios.