¿Qué sabemos realmente de China? ¿Cuánto de lo que nos llega de este país de 1.400 millones de habitantes es verdad? Son preguntas que merece la pena hacerse, escapando de prejuicios y de informaciones que nos llegan, en contadísimas ocasiones positivas. El periodista Javier García, a través de su último libre China, amenaza o esperanza (Editorial Akal), ha tratado de dar respuesta a esas preguntas, escapando del "etnocentrismo occidental", con el aval de haber sido jefe de la Agencia EFE en China desde hace más de cuatro años.
Con más de 30 años de oficio a sus espaldas, Javier García ha sido jefe de las oficinas de la Agencia EFE en países de Asia, Latinoamérica, Europa, Oriente Medio y África (ahora en Globalter), hasta que hace unos meses, dio un paso a un lado, desilusionado ante "la bochornosa guerra informativa contra China", como él mismo indica. Ya en la introducción, García admite la dificultad de escribir un libro así y lo complicado que resulta juzgar a China desde Occidente sencillamente, porque enfocamos y aplicamos nuestros propios valores a una civilización completamente diferente.
No es el único motivo por el que tenemos una visión distorsionada de China, una "caricatura falaz", como apuntaba recientemente el autor en una entrevista que le hacía David Valiente. Desde su punto de vista, a la campaña de desprestigio del país contribuye decisivamente el periodismo de manada (pack journalism), término acuñado por el periodista norteamericano Timothy Crouse cuando cubría la campaña presidencial de EEUU en 1972. Según explica "los medios norteamericanos y anglosajones marcan la agenda y el tono informativo en relación con China y el resto de la prensa occidental los sigue mayormente sin reparos".
¿Es China una dictadura? Es una de las primeras cuestiones que acompaña inseparablemente al país. García recuerda que más del 90% de la población china apoya las políticas del Gobierno, estadísticas que no salen de Pekín, sino de algunas de las últimas encuestas occidentales de este mismo año, como las del barómetro Edelmann o de la Alianza de las Democracias.
China, amenaza o esperanza trata de desmontar realidades asumidas por Occidente que no son tales, repasando buena parte de su historia y abordando asuntos de actualidad como la gestión de la COVID-19. En este punto, por ejemplo, García no sólo recuerda cómo a China se le ha acusado de falsear sus cifras de muertes (5.226) como a ningún otro país, al tiempo que se criticaba su política cero COVID o se cuestionaba la eficacia de su vacuna, lo que colateralmente beneficiaba a las farmacéuticas occidentales. Mientras sucedía todo esto, una de cada dos vacunas que recibieron regiones como Latinoamérica fue de fabricación china; mientras EEUU y Europa suministraron 45 millones de dosis, China envió 245 millones de China. La diferencia en África aún es más abismal, porque la UE envió 142 millones de dosis y EEUU 173 millones. China, en cambio, creó asociaciones para la producción local de sus vacunas y suministró 1.200 millones de dosis, más de la mitad de ellas donaciones.
Esa gestión de la COVID-19 y las informaciones que llegan a Occidente son un ejemplo de cómo los aspectos positivos de China en rara ocasión llegan a Occidente. ¿Sabían que cerca del 95% de sus habitantes están cubiertos por el seguro básico de asistencia médica? ¿O qué la edad de jubilación para los hombres es de 60 años y las mujeres 55, rebajándose en ambos casos en cinco años cuando el trabajo requiere esfuerzo físico? Además, todas las personas tienen derecho a una pensión básica con independencia de si han contribuido o no.
Una a una, García confronta tópicos asumidos de China, también el de los derechos laborales. Lo hace, además, con una visión crítica, admitiendo que muchas empresas se han aprovechado de una relajada y desigual aplicación de la ley laboral que en China establece que los empleados no pueden trabajar más de ocho horas diarias o 40 a la semana y que las horas extra no deben superar las 36 al mes. Al mismo tiempo, recuerda que noticias como las multas impuestas a empresas por vulnerar las regulaciones sobre horas de trabajo, entre ellas algunas extranjeras como Siemens, no trascienden.
La erradicación de la pobreza desde que China comenzó su aperturismo en 1978, habiendo sacado de la pobreza desde entonces a 770 millones de personas, con menores niveles de desigualdad que en EEUU, pero con mayores que en Europa, es otra de las cuestiones que aborda el libro, indicando que "una vez erradicada la pobreza extrema, el Gobierno chino propuso en 2021 centrarse en conseguir la "prosperidad común o compartida", habiéndose convertido en una prioridad que confía alcanzar en como tope en 2049, fecha en la que se cumplirán 100 años de la creación de la República Popular.
En cuanto al medio ambiente, el autor llama la atención al juego estadístico que lleva a obviar que EEUU es responsable del 25% de las emisiones acumuladas, pese a que tiene sólo un 4% de la población mundial, mientras que China, con el 18% de los habitantes del planeta, ha causado el 13% de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Calculadas per cápita, las emisiones totales actuales de China son menos de la mitad de las de EEUU, cuyas fábricas deslocalizadas en el país asiático, además, representan entre el 14 y el 33% de las emisiones.
Como telón de fondo de esta visión distorsionada que tenemos de China, García sitúa a EEUU, con su guerra híbrida de múltiples tentáculos (económico, comercial, tecnológico, científico, político, sanitario, mediático, operaciones de inteligencia y espionaje). Mientras China ha tomado el camino del desarrollo pacífico desde hace décadas, EEUU continúa presentándolo como amenaza y, paradójicamente, quien tiene rodeada de bases navales toda la costa china y misiles apuntando a Pekín es Washington.
Quien busque descubrir otra China y plantearse preguntas que casi toda probabilidad ni siquiera se había formulado, la lectura de China, amenaza o esperanza es más que recomendable. Tras hacerlo, uno puede coincidir o no con su autor en la encendida crítica al modo en que EEUU busca extender su hegemonía, negándose a aceptar un mundo multipolar, dibujando a China como un peligro, una amenaza, a pesar que desde Pekín nunca han mostrado "la menor intención de exportar su modelo, su cultura o su estilo de vida fuera de sus fronteras". Coincida o no con esta visión, no le dejará indiferente.