"Europa más cerca", se puede leer en la web personal del eurodiputado del PP Gabriel Mato, pero no lo suficiente como para hacer la declaración de la renta en España, debió pensar el popular. Ha tenido que ser el Tribunal Supremo quien le deje claro a Mato que su sueldo de más de 60.000 euros al año no está exento del Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (IRPF). La desfachatez es absoluta, hasta el punto de creerse en poder de la razón y llevar sus privilegios ante la justicia.
Mato está convencido de que él está por encima del resto de la ciudadanía, más que ese sanitario que encadena contratos temporales de dos días por una miseria o de esa kelly con la espalda y las rodillas destrozadas a quien el PP ninguneó como nadie. Esas personas pagan sus impuestos, pero Mato cree que él pertenece a otra clase de ciudadano que puede disfrutar de los servicios públicos sin aportar al erario público.
Tan mezquina es la postura como irracional, porque uno de esos servicios públicos que utiliza es el de la Justicia para defender que no la mantiene. Primero lo hizo con el Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que ya le pegó un buen tirón de orejas sentenciando que apoquinara lo que nos debía a toda la ciudadanía. Después el Tribunal Supremo, que ha llegado a calificar "de todo punto descabellado" el planteamiento de Mato para no pagar impuestos.
Parece ignorar el eurodiputado del PP, a pesar de serlo desde 2009, que su cuantioso sueldo sale en parte de los más de 12.000 millones de euros que aporta España al presupuesto de la Unión Europea, y que ese dinero procede en gran medida del esfuerzo y el sacrificio de personas que tributan pese a ganar significativamente menos dinero que él.
Lo cierto es que esta actitud dice muy poco de la predisposición de servidor público por parte de Mato, que parece creerse más listo que el resto tratando de recurrir a triquiñuelas legales para eludir su deber; tratándose, además, de un representante electo, los hechos resultan aún más despreciables. Mato, que no salió elegido en las últimas elecciones europeas pero que sigue siendo eurodiputado por la salida de los eurodiputados británicos con el Brexit, pertenece a la directiva del PP de Alberto Núñez-Feijóo, lo que dice mucho del espíritu y calaña de la misma. Aunque sea por una cuestión de compañerismo, Mato debería pensar que si él no aporta, resultará más complicado que su colega Enrique Ossorio se embolse el bono térmico, que sale de nuestros impuestos. Conclusión: no aportan pero disfrutan, eso tiene un nombre.