¿Quién no ha soñado alguna vez con no necesitar un banco? Es una utopía. Desgraciadamente lo es, no porque la cantidad de ahorro que buena parte de las personas es capaz de generar, sino porque el sistema capitalista está cuidadosamente diseñado para no poder prescindir de la banca. Desde el cobro de la nómina al pago de los suministros más básicos, están condicionados para pasar por el aro. Quizás por ello, hacen lo que quieren, con prácticas mafiosas, usureras, que arruinan vidas. Merecemos otra banca.
La opción de una banca nacional aparece y desaparece periódicamente, pero nunca se materializa. Ni hay coraje para montarlo ni, probablemente, independencia para hacerlo. Los tentáculos parasitarios de la banca se extienden por toda la sociedad y ejercen su poder, enroscándose al cuello de quien se atreva a amenazar su poder. Hay muchas maneras de hacerlo, incluso, aunque no se arrastren deudas con ella... siempre habrá quien se relacione con uno que sí las tendrá.
Quizás por eso, la banca nacional nunca llega. Mientras, las entidades financieras actúan como un depredador y nosotros somos sus presas. Cuando peor lo está pasando la gente, más incrementan sus beneficios, batiendo todos sus récords. En un momento en el que el Banco Central Europeo (BCE) se obceca en unas políticas monetarias que cada vez menos expertos entienden, elevando los tipos de interés hasta el 4% -el más alto en más de dos décadas-, la banca española remunera los depósitos de sus clientes con intereses raquíticos... si es que los remunera.
El pasado lunes, la vicepresidenta económica del Gobierno Nadia Calviño volvió a advertir a la banca española que ha de comenzar a transmitir las subidas de los tipos al pago de los depósitos. Es duro de encajar que una ministra tenga que presionar a los bancos para que sean mínimamente honestos, y todavía es más crudo comprobar cómo éstos se carcajean y la derecha aplaude. El resultado es que sus beneficios se disparan a costa de las familias y empresas, cuyo pago de intereses por la subida de tipos se eleva hasta cerca de los 20.000 millones de euros.
El exceso de liquidez o, lo que es lo mismo, la cantidad de dinero que maneja la banca está detrás de sus reticencias a remunerar los depósitos bancarios. Hablando en plata, les sobra la pasta y detrás de ello se encuentra, una vez más, el dinero público. A fin de cuentas y como parte del escudo social desplegado por el Gobierno, éste ha inyectado 140.000 millones de euros en créditos avalados, a los que es preciso sumar los más de 70.000 millones de euros que llegan desde Bruselas en forma de fondos europeos.
La situación recuerda extraordinariamente al modo en que la banca ya arruinó a familias y empresas en la crisis de 2008. Entonces y a pesar de que buena parte de nuestro sistema bancario fue rescatado con 60.000 millones de euros de dinero público que jamás ha devuelto, cerraron el grifo del crédito. Tanto lo cerraron, que fueron la causa del cierre de muchas empresas rentables que lo único que precisaban era crédito. Tal fue el impacto negativo que tuvo, que el BCE optó por conceder créditos a interés cero -básicamente, les regaló más dinero- para dinamizar la economía y, ¿qué hizo la banca española? Cobrar intereses disparatados en los escasos casos en los que concedía préstamos. Recuerdo casos reales de empresarios con concursos públicos adjudicados, que lo único que precisaban era de ese crédito para ejecutar el proyecto, y se toparon con la ventanilla cerrada pese a que la licitación era muy superior al crédito solicitado. La consecuencia fue la quiebra. Una sangría.
Merecemos una banca mejor que no nos exprima, que no vilipendie a nuestros mayores negándoles una atención digna, que no sea una de las causas de las España vaciada, que tenga horarios de oficina prácticos para el público y no restrinja el número de operaciones que se pueden realizar en ventanilla, que no asfixie a familias y empresas a base de comisiones... Y necesitamos una derecha que se sume al escudo social en lugar de al escudo bancario, porque esta banca extorsionadora no sólo está parasitando a esa parte social que la derecha ningunea y desprecia, sino también a las empresas de las que PP y Vox quieren ser adalid.
La pesadilla en que nos sume la banca española no ha de dar paso al sueño de no depender de un banco, sino al de disfrutar de una banca pública que haga que los Santander, los BBVA, Caixabank... entren en la senda de la decencia, de la ética... esa que han estado evitando demasiado tiempo.