Posos de anarquía

Feijóo se busca un pasatiempo

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, preside la reunión de la Junta Directiva Nacional del partido, en la sede del PP, este 11 de septiembre. -JESÚS HELLÍN / Europa Press
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, preside la reunión de la Junta Directiva Nacional del partido, en la sede del PP, este 11 de septiembre. -JESÚS HELLÍN / Europa Press

Podría haberse puesto a hacer sudokus, engancharse a los retos virales de alguna red social o entregarse al Candy Crush, como hizo su compañera Celia Villalobos en plena sesión del Congreso... pero no, en lugar de escoger alguna de esas opciones para matar el aburrimiento hasta el próximo 26 de septiembre, fecha del inicio de su investidura, Alberto Núñez Feijóo ha considerado que es mejor idea hacer perder el tiempo y el dinero a toda España llevando mociones huecas a todos los niveles de la Administración Pública.

Nadie quiere negociar ya con Feijóo, sencillamente, porque no tienen nada que negociar con quien lleva adosada a su espalda a la extrema derecha. No le descuelgan el teléfono, ignoran sus mensajes, le esquivan en los pasillos... los escasos encuentros aún pendientes traen de antemano un cortés "váyase a hacer puñetas". Así las cosas, los 15 días que restan hasta que se inicie la investidura que él le rogó a Felipe VI y éste, incomprensiblemente, le concedió, se le están haciendo muy largos. Dos semanas son muchos días para no tener con quién hablar.

A Feijóo, incluso, le sobran catorce días y medio para preparar su intervención porque, a pesar de que aseguró que expondría su programa, algo por otro lado que debiera haber hecho durante la campaña electoral, el líder del PP se volverá a limitar a instrumentalizar a las víctimas de ETA, hablar del sanchismo -que no ha conseguido derogar-, acusar al PSOE de romper España y bla, bla, bla. Nada nuevo, ninguna medida efectiva para que esta España nuestra afronte desafíos en ciernes como el cambio climático y la sequía, la volatilidad económica derivada de la guerra de Ucrania, el terrorismo machista...

En su lugar, Feijóo ha dado órdenes al PP para que los conservadores lleven mociones a todas las instituciones, desde el Congreso y el Senado a los gobiernos autonómicos, pasando los plenos de ayuntamientos y diputaciones. "Ningún político de este país va a poder ocultar su opinión", es la máxima persecutoria que ha dictado a sus secuaces. De absolutamente nada servirá a la ciudadanía bajo el mandato de esas instituciones que en éstas se vote a favor de la igualdad de todos los españoles "o de los privilegios a los políticos independentistas", como dicta Feijóo; algunas de ellas, ni siquiera tienen competencias para desarrollar tales mociones.


Feijóo se sitúa en la oposición antes, incluso, de que su investidura sea el fiasco anticipado que, menos él y Felipe VI, todo el mundo conocía. No contento con tal despropósito que confirma el precioso tiempo que nos está haciendo perder a toda España, quiere pervertir de nuevo las instituciones, como de hecho hará el próximo 26 de septiembre en su estreno en el Congreso. Hacer perder el tiempo en todas esas instituciones con pataletas de mal político es una grave irresponsabilidad. De llevarlas finalmente a efecto, la redacción de dichas mociones será tan torticera que ningún demócrata la votaría, pero eso al PP le da igual: busca el titular facilón, la acusación pueril de que el futuro gobierno progresista no quiere la igualdad de todos y todas las españolas.

En un momento en el que los acuerdos del PP con la extrema derecha se extienden por toda España, expandiendo la censura, el negacionismo climático y de la violencia machista, desmantelando la Sanidad y la Educación públicas... querer erigirse como defensores de la igualdad resulta tan grotesco como alzarse como constitucionalista mientras se lleva cinco años incumpliendo la Constitución al bloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

Feijóo no es un hombre de Estado y el PP no es digno de un país al que no escucha. El mandato de la ciudadanía tras las elecciones es claro: quien quiera gobernar ha de hacerlo contando con la España plural que tenemos la fortuna de disfrutar, no con la España uniforme y uniformada que ansían las derechas. Haría bien Feijóo en aprovechar el tiempo en lugar de hacérnoslo perder al resto.

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