Ayer saltaba la noticia del fichaje de exministro José Manuel Soria (PP) por la empresa Forestalia, especializada en el despliegue de proyectos de energías renovables. La relación entre ambos, en realidad, se remonta a seis años atrás, cuando Soria realizaba labores de consultoría "puntuales", según la empresa. La polémica está servida, pero trasciende incluso al hecho de que asesore en renovables quien, junto con el socialista Miguel Sebastián (PSOE), más daño les ha hecho desde su cargo ministerial.
Soria pasará a la historia como el ministro de Industria, Energía y Turismo que no sólo recortó las ayudas a las energías renovables, asestando un tajo de 2.700 millones de euros, sino también quien fue el hazmerreír de Europa con su impuesto al sol, es decir, el decretazo de autoconsumo que gravaba a quienes instalaran en sus casas placas solares para reducir el impacto medio ambiental.
La medida terminaría siendo derogada por el PSOE después de que el Congreso desalojara al PP del Gobierno por su condena por corrupción, pero el daño fue colosal, tanto económicamente como en deterioro del medio ambiente. Ya le había abierto camino Sebastián, impulsando una burbuja fotovoltaica para después generar inseguridad jurídica con el recorte a las primas por la producción de energía solar y, de paso, arruinar a más de uno incumpliendo lo prometido.
Con este historial y sin ni siquiera recurrir a la implicación de Soria en los llamados Papeles de Panamá –otro patriota amigo de paraísos fiscales-, su fichaje por una empresa dedicada a energías renovables parece un escándalo equiparable a si Fernando Grande Marlaska fichara por CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). Descrito así, la contradicción es brutal, pero ¿quién está detrás de Forestalia?
El empresario en cuestión es Fernando Samper, que en poco más de una década se ha convertido en magnate de los parques eólicos y fotovoltaicos. ¿Cómo fue posible que un recién llegado al sector, como era visto por sus competidores, se hiciera con las subastas estatales de 2016 y 2017 pujando a cero euros? Con un buen colchón financiero que procedía del negocio familiar: las macrogranjas porcinas. Los Samper son propietarios de Grupo Jorge, el gigante de producción de carne porcina (666.000 toneladas al año), de la que el 70% se comercializa fuera de España, con China como uno de sus grandes mercados. El resultado es un impacto medio ambiental colosal, con la emisión de 118.533 toneladas de CO2e a la atmósfera y, como recuerdan colectivos como Amigos de la Tierra al hablar de la ganadería industrial, convirtiéndose en la principal fuente de contaminación del agua por nitratos.
Así pues, no parece que detrás de Forestalia haya una especial conciencia medio ambiental, más bien un afán por enriquecerse con el negocio verde. Un greenwashing de manual. De hecho e imitando al multimillonario Amancio Ortega, Fernando Samper también es un enamorado del ladrillo y la especulación, adquiriendo numerosos inmuebles que posteriormente alquila.
Samper está convencido de que "quien controle la energía a nivel mundial será el que controle el mundo". En ese propósito, también tiene claro que para hacer dinero –al menos la cantidad que él ansía- es necesario apostar por un modelo mucho más industrial, donde el volumen abarate los costes. Eso implica levantar infraestructuras donde el impacto ambiental en ocasiones no justifica el beneficio que reportan las renovables; ya no sólo en términos de generación, sino también de puntos de evacuación de energía que rompen territorios innecesariamente con líneas de alta tensión.
El magnate es un negociador nato, con esa visión de beneficio cortoplacista tan contagioso. Así, del mismo modo que está dispuesto a capitalizar al máximo el despliegue masivo de infraestructuras eólicas y solares porque cree que al hidrógeno le quedan muchos años y no llegará al parque de vehículos –"todo lo que lleve ruedas será eléctrico"-, engatusa a los vecinos y vecinas de comarcas en las que planta sus huertos solares o sus aerogeneradores prometiéndoles consumo eléctrico gratuito –como ha hecho en la zona del Maestrazgo-, sin entrar a analizar las consecuencias que tendrá en el entorno natural a medio-largo plazo.
Con esta radiografía completa, ¿tiene o no tiene aún más sentido el fichaje de Soria? La contradicción se diluye porque manejarse en el negocio de las renovables no es necesariamente sinónimo de que a uno le importe un carajo el medio ambiente. Sencillamente, le gusta el dinero, mucho dinero. Eso es lo que tienen en común Samper y Soria, el verde, sí, pero de los billetes de 100 euros; lo de las renovables es meramente coyuntural.