Borja Sémper deja la política. No creo que me equivoque si afirmo que lo hará de verdad, que no ingresará en otro partido porque él es hombre del Partido Popular (PP), no de la formación que Pablo Casado lleva a la deriva ultraconservadora. Seguramente, harto de morderse la lengua, de soportar rapapolvos internos por defender los valores que lleva 25 años promulgando, se va.
A lo largo de la mañana Sémper anunciará oficialmente su decisión en rueda de prensa. Seguramente lo hará sin demasiado ruido, quizás con algún recado, pero sin granadas dialécticas de contundencia. Volverá a morderse la lengua porque, aunque ha sido un verso suelto en las filas del PP, sigue siendo un hombre de partido... y ello pese al ultraconservadurismo insoportable con el que Casado ha empapado a la formación, con Cayetana Álvarez de Toledo como la versión femenina y endurecida de Rafael Hernando, pero sin sus bufonadas, aunque en ocasiones también haga reír.
Sémper y Álvarez de Toledo han protagonizado algunos de los enfrentamientos más sonados en las filas populares. Que la portavoz del PP en el Congreso hablara del tibieza del PP en Euskadi fue la punta del iceberg, la gota que colmó el vaso de la paciencia de Sémper, que tampoco encontró demasiado respaldo en el liderazgo de Casado, que cada vez aparecer más dibujado con el tiralíneas de José Mª Aznar.
Sin abandonar los valores fundamentales del PP, Alfonso Alonso, Sémper o Iñaki Oyarzábal (incluso, el malogrado Javier Maroto) han intentado mantener su línea liberal frente a las políticas en blanco y negro de Mayor Oreja, María San Gil o Carlos Iturgaiz. No lo han conseguido, porque bajo esa falsa apariencia de renovación, Casado impone su línea dura, absolutamente desnortado por los envites de Vox. Unos envites, por otro lado, que Sémper siempre ha criticado, asegurando que "ningún acuerdo merece la pena con la exigencia de Vox".
Pese a algún ramalazo de rebeldía -llamó "extranjera" a Álvarez de Toledo-, Alonso ha mantenido una mayor sumisión a Casado. Fue un 'sorayista' declarado y si pretendía mantener su cabeza política en su sitio debía clavar rodilla y jurar lealtad al nuevo líder. No ha sido el caso de recién dimitido que, además, ha tenido que ver cómo su trayectoria política afectaba a su pareja, la actriz Bárbara Goenaga, acosada por insultos en redes sociales.
Sémper, cargo electo desde los 23 años -ahora tiene 44, recién cumplidos-, ha visto de todo en su andadura política. Seguramente habrá tragado con mucho, pero tiene un límite. Soportar y tener que dar la cara por el lamentable espectáculo del circo que cada día monta el PP en Madrid, con Casado como jefe de pista y Álvarez de Toledo, a veces como leona y otras como payasa, se acabó. Y, quizás, no sea lo único que se acabe. Se avecina motín a bordo y las mordazas ya están listas en Génova.