La primera vez que vi el escaparate de una librería taponado de arriba abajo con los negruzcos ladrillos de 50 sombras de Grey pensé, por las extrañas resonancias del título, que a lo mejor la cosa iba de un rebaño de ovejas. Me extrañó que la literatura pastoril se pusiera otra vez de moda. En realidad, no iba muy desencaminado, aunque no se trataba exactamente de un best-seller ovino.
Más tarde supe que la historia va de la relación sadomasoquista entre una señora ingenua y un empresario mamón, toda ella empanada con una prosa entre ñoña y mostrenca que hace que Dan Brown parezca literatura para adultos. Pero la clave de su éxito no reside en su estilo pedregoso, ni siquiera en la alegoría de la crisis económica ejemplificada en un millonario despiadado que da por culo muy amorosamente a un montón de hembras sumisas (todo en nombre del amor, queridas), sino en el despliegue de una pornografía light donde un azote, e incluso un bofetón bien dado, puede ser síntoma de buen gusto.
Por lo que dicen las encuestas, pocos libros, y no digamos tan horrendos, han tenido efectos tan beneficiosos en la anquilosada relación de pareja. De repente, gracias a Erika Leonard James, una legión de lectoras precariamente alfabetizadas ha podido acceder al descubrimiento de la lencería, la felación, las esposas, las bolas chinas y el ponerse mirando a Cuenca. Más allá de sus innegables virtudes literarias, puede que el éxito del libro entre las féminas venga dado por una extraña solidaridad de género. Quizá a las lectoras les sea más fácil digerir la píldora de la obediencia y el maltrato con glamour a través de la solidaridad de género. Porque me pregunto qué ocurriría si de pronto se descubre que, al igual que con T. Lobsang Rampa, detrás de Erika Leonard James se escondiera el pseudónimo de un fontanero en paro. Personalmente no logré atravesar los dos primeros párrafos, donde me acojoné ante la estupidez de un relato a la altura exacta de su sintaxis.
En cualquier caso, parece que gracias a las lujuriosas desdichas de Anastasia Steele (ya el nombre suena a princesa rusa y rosa), un montón de señoras han salpicado su vida sexual de intriga, erotismo y peligro. El fetichismo ha llegado al extremo de que Arias Cañete, nuestro ministro todoterreno, le envía a su esposa fotos de relojes, aparentemente con la intención de que en cada momento ella sepa que todavía se encuentra trabajando. Pero, como casi siempre en Cañete, la historia huele a sadomasoquismo que tira de espaldas. Un macho alfa que se atiborra de yogures caducados, tapea insectos y se ducha siempre con agua fría para ahorrar y para galvanizar los nervios, no puede dejar de vivir al límite, ni siquiera por teléfono móvil. A saber qué código oculto habrá detrás de cada ángulo en las manecillas (las siete, las siete y cuarto, las siete y media) pero como se entere Erika Leonard James lo mismo reinicia la tetralogía con un reloj de sol y cincuenta sombras de Cañete.
Comentarios
<% if(canWriteComments) { %> <% } %>Comentarios:
<% if(_.allKeys(comments).length > 0) { %> <% _.each(comments, function(comment) { %>-
<% if(comment.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= comment.user.firstLetter %>
<% } %>
<%= comment.user.username %>
<%= comment.published %>
<%= comment.dateTime %>
<%= comment.text %>
Responder
<% if(_.allKeys(comment.children.models).length > 0) { %>
<% }); %>
<% } else { %>
- No hay comentarios para esta noticia.
<% } %>
Mostrar más comentarios<% _.each(comment.children.models, function(children) { %> <% children = children.toJSON() %>-
<% if(children.user.image) { %>
<% } else { %>
<%= children.user.firstLetter %>
<% } %>
<% if(children.parent.id != comment.id) { %>
en respuesta a <%= children.parent.username %>
<% } %>
<%= children.user.username %>
<%= children.published %>
<%= children.dateTime %>
<%= children.text %>
Responder
<% }); %>
<% } %> <% if(canWriteComments) { %> <% } %>