En Goldman Sachs se han atrevido a especular con el ridículo profetizando los resultados del mundial de fútbol de Brasil, un estudio concienzudo que ha debido de costar millones y que, de momento, resulta ciertamente improbable en cuanto a la predicción de España como primera de grupo. Este augurio tecnológico hay que ponerlo en perspectiva, es decir, mirando a Cuenca, ya que el día del hundimiento del Titanic Goldman Sachs hubiese apostado todo al iceberg. Y se hubiesen forrado, igual que se forraron con el derrumbe de Lehman Brothers, cuando el banco se desmoronó poco después de que estos mismos expertos le diesen la nota máxima. Goldman Sachs es como esos médicos que reparten salud a manos llenas mientras compran acciones de la funeraria.
El pulpo Paul, que en paz descanse, podría haber analizado mejor la situación que todos los brokers rebotados de Goldman Sachs reciclados luego en presidentes de Grecia y del Banco Central Europeo, que no aciertan por dónde andará su culo dentro de tres horas ni con ayuda de un proctólogo y un GPS. Paul era sólo un octópodo, y ni siquiera muy listo, pero sensatez tenía un rato. Le llegan a poner a Paul un kilo de caviar dentro de una caja con las inversiones tóxicas de Lehman Brothers y antes se come dos tentáculos mientras escribe "Esa mierda pa' ti" con los seis restantes. El problema es que en Standars & Poor's, en Goldman Sachs, y en las demás bandas de la mafia no utilizan pulpos. Ellos siguen usando cucarachas. Y no es que la cucaracha no sea un animalito avispado, que por algo lleva más que ningún otro sobre el globo terrestre, pero eso de predecir el futuro se le da francamente mal y ni siquiera ve venir un zapato.
Entre el juego del fútbol y el juego de la economía europea hay varias pequeñas diferencias; una de las principales es que los Messi y los Cristiano de la banca continental no hacen anuncios de champú ni de calzoncillos limpios. No, los Draghi, los Papandreu, los Rato, nos marcan los goles en silencio, desde la intimidad de sus despachos: ristras y ristras de ceros que se cuelan por entre los presupuestos generales del Estado y los artículos lisiados de las constituciones. El partido está más amañado que ese Brasil-Croacia donde todavía no se sabe si el árbitro era japonés o si el sol le daba todo el rato en la cara.
Salvo en Islandia (una isla que técnicamente no se puede considerar parte del continente porque, como bien saben los islandeses, nunca sale en los mapas del telediario), en Europa jamás se había visto un zapato. Ahora en Austria han tenido la osadía de dejar hundirse un banco para que se ahogue con dignidad, en lugar de seguir inyectándole millones y millones de dinero público a ver si sigue flotando. Los banqueros han salido chillando en todas direcciones, igual que cuando enciendes la luz y descubres que en la cocina infestada los artrópodos te han montado una discoteca. En Raiffeisen, uno de los grandes bancos austriacos, han dicho que esto significa "un ataque fundamental a los derechos fundamentales", y los banqueros alemanes se han puesto a protestar como Pepe después de un puñetazo. Visto el panorama, es normal que en Goldman Sachs hayan decidido fichar de analistas a Roncero y a Pipi Estrada.
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